sábado, 3 de marzo de 2012

Historia de un Oasis...

Historia de un Oasis.

Entre arenas, arcillas y rocas
 en un yermo desierto,
distante de todas las direcciones
un Oasis espera, con la paciencia de los muertos

Con ansiedad, se evapora en el calor del día,
suspirando entre sus palmeras,
disipando a la aburrida soledad,
mirando cada gramo nuevo de húmeda tierra.

Ahí ha estado desde sus comienzos
como una pequeña trampa de rocío;
y creció de golpe, salivando la sal
y sembrando fuchsias a orillas de su incipiente río.

Al poco andar también agregó caléndulas naranjas,
y buscó rocas de blancas calizas
para decorar y conformar un hogar
en medio de esas arenas asadas y amarillas.



Cuando el entorno pareció preciso,
llamó al viento del sur, y este le trajo datileras.
También pidió ayuda al mar
y este le trajo avellanos de las costas chilenas.

Con mucha esperanza plantó los frutos,
y en su corazón previó las agradables sombras
que las hojas y las ramas
traerían, iluminando toda su obra.

Y deseaba, fervientemente, compartir su jardín.



Tan pronto los chilcos emergieron
rojos entre el verdor de su sangre,
creyó estar listo para anunciarse:
“¡Viajeros todos! Pasad y probad cuánto mi tienda es de agradable”

Y le dijo a un cóndor que pasó a posarse en sus rocas,
que pasara la voz a donde fuera;
que contara sus bondades: de su sombra,
de sus aguas, su verde, su tienda.

El cóndor dijo que no conocía mucha gente,
que haría lo que pudiese.
Al poco tiempo, regresó junto a unos pocos amigos:
unos verdaderos bandidos, sin alma parece.

Y dijeron los buitres y hienas, amigos del cóndor:
“este es un buen lugar para ocultarnos de los unicornios.
Traeremos nuestra carroña aquí
e invitaremos a bailar a más amigos, los demonios”.

Por ese tiempo, los avellanos y palmeras
comenzaron a fructificar y a dar mucho jugo.
El Oasis pensó que eran tiempos fabulosos,
tenía amigos para compartir sus preciados frutos.

Pero nada sabía el Oasis lo que es la vida.

En su inocencia, no previó las consecuencias
de entregarse en los brazos de los carroñeros,
pues estos no supieron aprovechar
las bondades multicolores de ese húmedo suelo.



 Los buitres, las hienas, el cóndor y los demonios
saquearon al Oasis, bebiendo su saliva,
secando su verde, su rojo y su naranja,
dejando una maloliente carroña que muy de a poco se iba.

Muchas temporadas estuvo seco el Oasis.
Triste y decepcionado, hizo que la caliza
se convirtiera en muralla,
y la sal de a poco borró su otrora brillante sonrisa.

Y hoy ahí está.
Los avellanos se derraman otra vez en su arena,
y los dátiles son bebidos por el aire seco
de un desierto que envolvió su tienda.

Todo ese gran cariño que tenía para dar
desapareció bajo sales oscuras;
toda la pasión de sus chilcos y la alegría de
sus caléndulas, por un mal recuerdo están ocultas.

Todo eso está aún ahí. La frescura de su agua
y su sombra, la suavidad de su arena morena,
todo su amor, todos sus abrazos, la fuerza de su caliza,
nuevamente, en una dura espera.

 
 
Pero ya no confía en nadie.
Ha visto pasar mariposas y golondrinas,
leones, caballos, bueyes y liebres;
de todos oculta su tierna mirada expresiva y aún viva.

Pero hace poco observó en el horizonte
una manada de blancos y hermosos unicornios:
los enemigos de los carroñeros, pensó.
Y deseó volver a mirar a otro a los ojos.



Ordenó entonces a las murallas caer.

Y allí, entre palmeras, agua, ruinas y restos de
carroña aún, en medio de un seco desierto,
con la ansiedad de un hambriento,
a esa manada de unicornios, espero.




Dedicado a una semana en Dichato y Tomé, junto a personas muy especiales y agradables

** ESTE POEMA TAMBIÉN ESTÁ PRESENTE EN LA OBRA 'CUADERNO ABIERTO' LA CUAL PARTICIPARÁ EN EL CONCURSO DE POESÍA JUVENIL 'ARTHUR RIMBAUD'. TANTO COMO LA OBRA Y EL POEMA, ESTE BLOG ES DE EXCLUSIVA AUTORÍA DE roque atreides. **

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