jueves, 20 de diciembre de 2012

Mañana es el fin del mundo



Mañana es el fin del mundo


Mañana es el fin del mundo

I

Oscuridades. Nebulosas certezas.
¿Qué es aquel grito exhausto?
Aquellas voces que oigo, aquellas semillas de pánico,
de comerciantes;
todos vociferando al mismo tiempo;
una lluvia de barro, nieve y mar,
acercándose, precipitándose, tentándome.

¿Qué haría usted? ¿Por qué no se acerca por aquí?
Es su último día... ¡No puede no hacer nada!
Si, son las voces.
Si, me ofrecen vacaciones familiares,
las mejores comidas, las mejores filosofías,
las mejores ofertas, la mejor respuesta.

Y las señales parecen inequívocas:
reyes y reinos caídos;
desde las alturas, como granizo
lo que se nos vendió como paraíso;
ahí viene, en llamas, sufriendo yagas y dolores,
sin calma,
se precipitan las masas, levantando en alto sus tickets de entrada,
escapando de un fin siniestro, la ruinosa inmortalidad parece un sueño.

Es que mañana es el fin del mundo
y tantas cosas quise hacer, ahora jamás podré. A menos que...

II

Cuesta encontrar paz. El mundo convulsionado está.
No se haya. Han quebrado los espejos,
nadie quiere verse a sí mismo.
Nadie quiere ver con sus ojos el abismo,
ese que se cavó con uñas humanas.
Hay dientes allí también;
hay sangre, hay infantes, hay harina, hay jeringas
raíces secas, biblias, lenguas que aún palpitan: 'así no'

Y yo levanto la vista; luego giro y veo:
los ojos están puestos en un pedazo de papel
que vuela al son del viento.
Y yo presiento que hacia allá está el abismo,
y aquello a lo que llaman fin.
Y miro abajo, al suelo, y allí está todo,
todo lo que parecía nuestro: banderas,
monedas, corbatas, crucifijos, ampolletas.
Y todo está roto, cubierto con sangre o con heces.

Y el hambre.
Y el ruido de castigo detrás.
Y la sensación de una moral que desfallece...

III

Acabo de despertar, y con la garganta seca,
y con un vago recuerdo a sombras.
No sé qué pasó la noche anterior: si fue sueño o fue real.
Con ardor en mis oídos, y retraído en mis sábanas
intenté olvidar ese camino, y ese abismo;
y los dientes y uñas, y la sangre y las cruces.
El dolor que sentía pronto se extendió
y a la luz del sombrío último día
vi sangre seca en mi almohada.

Y mis dedos sin uñas.
Y mis encías sin algunos dientes.

Y oí de pronto un grito, o creí hacerlo,
no lo supe exactamente.
Y una vacía soledad cayó sobre mis hombros,
y vomité.
La sangre y el sudor me recordaron
un sabor salado, una lluvia extraña,
y un bombazo. Y luego me recordé
en medio de un tumulto sin saber qué hacer.

Y un repentino quejido me sacó de mi sueño,
y el horror me llevó a saltar por la ventana.
Salí y corrí, contemplé las ruinas y el fuego,
pisé lo que parecía ser una mano humana,
pero lo que me produjo más horror,
fue darme cuenta que ya lo había visto todo:
la caída de la humanidad,
el pantano y su fondo,
el tiempo sin retorno.
Con lo que parecían lágrimas en mis ojos,
busqué el camino a lo que parecía ser mi casa.
Y recordé lo que todos decían:
que nada había como pasar el fin del mundo en familia;
y que yo tenía una.
Busqué en mis tumultuosos recuerdos la fantasía de una sonrisa
pero sólo conseguí recordar un grito a la luz de la luna,
y un reflejo húmedo y rojo de unos ojos perdidos

Caminé sobre el ripio mirando al horizonte.
Bruma, humo y luz incandescente
me rodeaban;
pequeño y afligido me sentí;
sudoroso y maloliente.
Añoré entonces el olor a melisa del jardín:
sólo basura hallé donde se suponía que estaba.
Dirigí mi vista hacia los boldales,
hacia el cedrón y los rosales:
sólo sangre estancada, y troncos y tallos secos, sin hojas ni flores.

Sin otro aroma más que a venganza,
sin otro color más que la confusión.
Sin otra certeza más que la incertidumbre y el dolor.
No hay razón que me parezca lógica;
no hay emoción ninguna que se quede
al margen de una caótica noche de fin de mundo.
Ninguna lágrima puedo acumular,
ningún sueño, ningún recuerdo dejan de punzar.
Todo a punto de ebullir,
un volcán de imágenes y sensaciones
y una magmática verdad buscando salir
me quema por dentro;
arden los albores de una conciencia consumida
por la hipócrita esperanza de la salvación
Y allá, donde el fuego ya es carbón y ceniza
surge de esas brasas una risa, una risa pervertida.

IV

¡¡FUEGO, VEO EL FUEGO!!
Más que un recuerdo: lo vi quemando y comiendo,
lo vi despidiéndose,
y vi un demonio con barba.
¿Qué? Llevo mi mano a mi boca:
yo también tengo barba.
¿Será posible que...?
No, no puede ser.

Pero allí está: una sombra sospechosa,
proyectada tras un enrojecido atardecer
y, ¿Qué? ¡Qué son esas imágenes!
Rostros que creo conocer,
rostros que muestran horror,
rostros que pierden expresión,
rostros que exudan sangre,
ojos que reflejan un último haz de luz, anaranjado y violento.

Y ya no hay allí otra cosa que un cenicero.
Desorientado, me siento a la deriva.
Volví mi mirada hacia la empedrada,
el ripioso horizonte verde que siempre creí mi hogar,
hoy no me dice nada, está silente, pero...
¿Y esas voces? ¿Por qué me dicen que no?
Que por favor me detenga... ¡Que por favor me de la vuelta!

Hay aún por aquí pequeñas pistas.
Por acá vivo yo, pero no lo reconozco.
Hay carbón, brasas y cenizas por todos lados.
Hay sangre en las calles. Y las calles están en ruinas.
Esta, esta debería ser mi casa: esa, la ennegrecida y destruida.
Ya no vidrios ni paredes. La oscuridad se cierne en su interior y,
¡Oh, por Dios! ¿No es mi perro el que está calcinado y... ¡partido en dos!?
El miedo me invade. La ira, la impotencia y la venganza.

Por mi mente circula una certeza
pese a que hay sombras en mi cabeza que ver no me dejan.
Allí está el culpable... ¡Es un demonio!
Es cierto, hoy acaba el mundo, pero ¿Por qué acabó antes para ellos?
¿Por qué vino el infierno a mi hogar, y no el cielo?
Oh Dios, qué miedo siento,
creo que el demonio sigue dentro,
esperándome, babeando por un cadaver más.

Avanzo, el pasillo hacia el interior
ennegrecido por la humedad quemada
y por la amnesia angustiante de oscuro color.
Mi familia ya no está.
Solo hay bultos negros y rojos.
Son ellos. Y la impotencia llega ya.
Caigo de rodillas al suelo
¿Quién mierda hizo todo esto?

Un frío rugido, casi como una risa
oigo desde el baño,
y levanto mi vista.
Allí debe estar el culpable,
aquel maldito y ruin demonio
que destruyó mi hogar y toda mi calle.
El atardecer anaranjado, por las fisuras entrando,
me permite ver no un demonio, sino un espejo trizado.

V

Y todo se vuelve claro.
El fuego, la sangre, los dientes, el horror,
y esos cadáveres son reclamados por mi mano.
Y por primera vez las veo:
rasgadas, secas, manchadas, como un mapa
mostrando mis crímenes, mi demonio violento.
Y entonces recuerdo, ahora, todo.
Y las lágrimas corren por mis ojos.

Fui yo, quien quemó y mató a mis vecinos.
Era a mí, que me gritaban 'detente'.
Soy yo el único constructor de ese horrible abismo.
Y a la mutilación de mi perro se suma
la violación de mi madre y hermana,
y mía es también de mi padre la tortura.
Lo recuerdo, ahora, todo.
Y las lágrimas corren por mis ojos.

Y de mi bolsillo extraigo un papel
blanco, escrito. Es un recibo:
“Gracias por nuestros servicios escoger:
Suficiente odio para matar,
suficiente demencia para quemar,
suficiente perversión para violar.
El efecto suministrado por el veneno del poder
finaliza desde su primer crimen veinticuatro horas después”

“Usted escogió PODER para cumplir sus más profundos deseos.

Feliz último día del mundo”

finalizado en marzo de 2012. II Edición,  febrero de 2018

martes, 11 de diciembre de 2012

Huachipato y el Triunfo del Chile olvidado




Huachipato Campeón 2012 del Fútbol Chileno. Impresionante. Una sorpresa. Inesperado. Es que siendo sinceros, no fue el mejor equipo del campeonato, ni el más vistoso, ni el que más atraía público; Huachipato salió campeón gracias al sistema de campeonato de play offs, por el cual pocos sienten agrado, que permite este tipo de sorpresas. Sea como sea, he podido celebrar junto a mis coterráneos choreros el triunfo del equipo del puerto.

Pero esta entrada intenta introducir ideas políticas y antropológicas al tema general del Fútbol.

Siendo sincero, yo no siempre he sido 'hincha' huachipatino. Hasta hace unos tres o cuatro años, yo adscribía a un equipo santiaguino, como muchos en todo Chile. Siempre "apoyaba" a los equipos locales, y dependiendo de cada partido, prefería que ganara tal o cual equipo. Pero mi "identidad futbolera" estaba construida por una tradición que venía de niño, alentada por las continuas rupturas al interior del vecindario o del curso escolar entre los dos clubes más "populares" de Chile: el Colo y la U.

Más allá de ese esquema de pseuda división, no había demasiado: no nos peleábamos entre compañeros o vecinos por los colores y a parte de las burlas ante la derrota no había nada.  Pese a que esto sucede en muchos barrios y escuelas, nadie puede negar el poder que generan las identidades futboleras. Esto ha incidido en múltiples crímenes ligados a las adscripciones, en manipulaciones políticas, transacciones económicas. 

De vuelta a mi caso, muy ligado a un proceso interno de reflexiones políticas que hizo virar a mi conciencia hacia un idealismo de izquierda, decidí dejar de apoyar al equipo de Santiago, y comenzar un proceso de reidentificación futbolística basada en las ideas políticas de descentralización y de empoderamiento local. 

Desde ese punto, mi deseo era poder ver campeones de regiones, pero lo único que podíamos ver fue la centralización de los hitos y éxitos deportivos en la capital. Ya fuera Cobreloa, O'Higgins, Iquique, o Huachipato, creer y anhelar el éxito de los equipos regionales era parte de ese idealismo descentralizador.

Hasta que en el 2012, por fin se me hizo realidad el sueño. Y de la manera más agradable: Un equipo de Talcahuano hizo el milagro y se anotó en la historia. De región y de mi comuna. Pero, ¿Es el triunfo de Huachipato el triunfo de las regiones, del Chile olvidado?

El fútbol tiene un cariz político insoslayable. En un país donde las regiones son la excepción, el triunfo de Huachipato puede ser reclamado por el Chile olvidado: ese donde los pobladores son marginados de las decisiones que les afectan, ese donde las regiones se empobrecen porque sus recursos financian el transantiago, ese donde vivir donde no es la capital te quita casi toda oportunidad por crecer, tener éxito, participar en el desarrollo de la tierra que amas; en fin. 

Todo lo que pueda contribuir al desarrollo de una región, todo lo que pueda fortalecer las identidades locales de cualquier tipo, Todo lo que pueda destacar que existe un Chile fuera de Santiago, es necesario realizar, subrayar, repetir, celebrar. 

Foto: Huachipato celebra su título en la Plaza de Armas Arturo Prat de Talcahuano. Ven y acompaña al plantel campeón del fútbol nacional este martes (11 de diciembre) a las 12.00 horas

jueves, 1 de noviembre de 2012

Abstencionismo: o la interpretación de otra expresión


El ánalisis estadístico es claro. Más del 50% del electorado posible en Chile NO fue a votar. Datos que fácilmente pueden ser extraídos de la prensa, indican que en realidad la cifra puede ser redondeada en el 61% de abstención.

A partir de esta sola cifra, se puede especular acerca de la real representatividad de las autoridades elegidas, además de los significados e interpretaciones que se pueden hacer de los triunfos y derrotas, así como de las actitudes, expresiones y opiniones de la dualidad abstención/participación.


Del cambio
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Siendo sincero, yo nunca he sido partidario de la inscripción automática y voto voluntario. Yo me inscribí voluntariamente y acepté desde ese momento la obligatoriedad de ese acto a perpetuidad. Estaba dispuesto a ser participe de un sistema, el eleccionario, el cual siempre ha estado lleno de contradicciones. No se escogen pues programas ni ideas, sino refractarios reflejos de representatividad, o dicho de otro modo, personajes que interpretan y/o se aproximan a los ideales de cada uno. Sin embargo, la participación ya era relativamente voluntaria en ese aspecto, y se podía medir un interés relativamente real (excepto en los casos de jóvenes que eran obligados a inscribirse para ser parte de alguna institución de las FFAA y de Orden).

En cambio, la inscripción automática y el voto voluntario plantea la posibilidad de la dispersión y de "la paja". Soy crítico y pesimista respecto de la humanidad y del "carácter chileno", si existe tal cosa. Y al "chileno" como tipo ideal, es necesario presionarlo para que funcione, de lo contrario, preferirá siempre "tirarselas". Sobre todo sus jóvenes. Sospechaba ya desde hace mucho, que este escenario se daría en este tiempo. La abstención, la posibilidad de la paja, todo eso se hizo una realidad de la cual ahora hay que buscar la interpretación más adecuada.

De las interpretaciones al abstencionismo.

Antes yo también era de los que pensaba: "si no votas, no opines". Creo que antes tenía mucho más sentido esa frase, cuando la posibilidad de entrar al juego electoral era voluntario y no inevitable como ahora. Antes existía la posibilidad de estar al margen del sistema voluntariamente, y allí cobraba sentido el "si no participas, no opines", sobre todo en relación al accionar de los famosos políticos. Hoy, sin embargo, es inevitable estar dentro de este sistema. Nos atraparon a todos, por así decirlo. Pero la regla del juego es que ahora el acto de votar es voluntario. Es decir, el voto hoy es una acción que está libre de otras acciones impositivas (o de coacción a la reciprocidad), por lo que el "abstenerse" es en realidad algo permitido. Es, en definitiva una forma válida de expresión política. El problema es que esta expresión no tiene aún un cuerpo definido. No sabemos, sino que especulamos el significado de la abstención. No sabemos cómo encauzar, cómo definir, cómo interpretar, cómo representar esta nueva forma de expresión. ¿Descontento? ¿Paja? ¿Desinterés? ¿Falta de tiempo? ¿Miedo? ¿Desinformación? ¿Desencantamiento? ¿Falta de Educación Cívica? Nadie lo sabe en su generalidad.

Hoy, me parece que el "si no participas, no opines" carece de sentido, puesto que todos ya participamos del juego electoral por el sólo hecho de tener 18 años. LA ABSTENCIÓN ES PARTICIPACIÓN. Es también una forma de expresión, válida incluso en el parlamento, o en las votaciones de Asambleas estudiantiles. Sea por el motivo que sea, hay una opinión, la cual posee tantos matices como ciudadanos que no fueron a votar. El desafío de los analistas, de los políticos y de los ciudadanos mismos es descubrir en qué consiste esa opinión.

Y como toda opinión, esta puede ser contraargumentada y, por decir algo, convertida.


A falta de algo más de un año para la siguiente elección, el esfuerzo debe estar centrado en el campo de reconocer los diferentes matices de esta nueva opinión y contrarrestarla vía argumento y programa.


sábado, 6 de octubre de 2012

¡Yo no sé si el mundo puede ser lo que yo quiera que sea! - Carta abierta a Dios



Hoy escribiré desde mi frustración.

Querido Dios

No han sido días fáciles para mi. Me siento cada vez más solo y frustrado que nunca. Quisiera echarte la culpa, pero se que ni en un millón de años la aceptarás, y que, como mártir yo nuevamente la cargaré. Y está bien. No importa. Pero aún así, deseo expresar todo mi odio, mi miedo, la violencia que por años me he comido y contenido, para expresarlo en este maldito papel virtual que casi nadie lee.

Es que, o entendí demasiado bien tu mensaje, o lo entendí demasiado mal. El tema es que ahora creo que no pertenezco a ningún mundo que pueda llamarse colectivo. Ni canuto, ni mundano. Se podría decir que soy demasiado tibio y contenido para ser apto en alguno de ellos. Y así, me he construido un mundo alterno, fantasioso y lleno de resabios y remaches de esos otros mundos más normales. Y es que por mucho tiempo me obligué a ser "un varón de Dios": maduro, espiritual, entregado a tu voluntad. Pero fallé. No pude, nunca cumplir cabalmente. Nunca me sentí verdaderamente útil ni verdaderamente cerca tuyo. Y aunque en ese tiempo lo creía, hoy miro hacia atrás y sé que mis buenas intenciones y la sinceridad no eran suficientes. Una tibieza crónica me seguía y sin darme cuenta, en mi se establecía. Luego, llegó el momento de reconocerlo y comenzar a desmontar toda la maquinaria espiritual. Nuevamente, lo hice a medias. Ahí está, a medio desarmar, sea o no por una maldita esperanza de volver a un mundo que nunca me gustó del todo; porque nunca lo acepté del todo ni tampoco me aceptaba del todo a mi.

Pero fuera de ese mundo hay uno el cual no me entiende ni al cual yo entiendo. La mutua incomprensión me ha dejado fuera, y ahora estoy en un limbo propio, sin nadie más, con sólo ecos de una antigua vida a la cual no creo que pueda volver, y con la mirada puesta en un mundo al cual quizá jamás podré acceder del todo. Desarraigado de las colectividades que circulan – no sé si conscientes o inconscientes – en sus esferas. La condena de los desadaptados, de los soñadores compulsivos que no pueden poner los pies en la tierra, sino que intentan creer que es posible crecer sobre nubes, sobre gases, sobre piedras, sobre aires. El limbo que me oprime, que me recuerda que soñar me llevó ahí, que nacer a un mundo de múltiples y contradictorios pensamientos es condenarme a la soledad.

¿Qué me queda? ¿Volver a empezar? ¿Dónde? Es imposible, siento. Sería inútil, porque los prejuicios son como raíces de maleza que aunque se arranquen una y otra vez, y aunque sobre ellas se siembren otras semillas, volverán a surgir. Los mismos miedos, temores, inseguridades, tristezas; la molestia por tus discursos, tu ortodoxia, a tus propósitos a los que nunca hallé sentido, a las interpretaciones y proclividades al neoliberalismo occidental.

Destruirlo todo, quemarlo todo, es una opción. Aun así me asusto, porque el prejuicio sobre la banalidad del otro mundo es muy grande, tal vez parte de esa maquinaria que no me gusta. Es la otra parte del maldito sistema binario. ¡Yo no sé si el mundo pueda ser lo que yo quiera que sea! Este se construye colectivamente, y ya están hechos. Los pusieron a rodar y nadie los puede parar. ¿Agregados, cambios? De vez en cuando, tal vez, pero muy difícil. Y yo no quiero, no me interesa hacerlo. Sigo sólo en los márgenes, solo y buscando algo o alguien; tal vez alguna cueva menos fría. Tal vez comida. No lo sé. ¡Maldición! No lo sé.

Pero sé que no quiero pedir tu ayuda. Trato de ser recíproco con la gente con la que llego a tener contacto. Y no quiero deberte nada. Los brotes de gratitud son suficientes, creo. Estas cartas, son suficientes, creo.

Colectividad, aceptación, arraigo. ¿Estaré solo en realidad? O es parte este limbo de este maldito juego, y circulo inconsciente en torno a esta esfera junto con muchos más; o estoy solo de verdad. Muy solo.

No sé qué creer. NO sé qué querer. Pero tu maquinaria está obsoleta, querido Dios, y me estorba, me ahoga, me duele; y aunque me recuerda de dónde vine, cómo crecí y quién podría ser… vale, le tomaré una foto y la recordaré. Luego, quemaré la de verdad.

Espero ser capaz.


domingo, 30 de septiembre de 2012

Rebelión



(Antedata: los versos escritos entre paréntesis y en cursivas, conviene imaginarselo como un susurro)


(Rebelión)
 
¿Y para qué quieres seguir viviendo?
Me preguntó la muerte.
Aquí, donde estoy sentado, escribiendo
ayer estaba con un cuchillo en mis manos;
Y su filo besó mi sangre,
helado beso que congeló mi llanto.

- ¡Hazlo! – me susurraba el viento,
- Hazlo ahora que nada te motiva,
ahora que ninguna razón en tus nidos se origina,
ahora que tus manantiales
están cerrados.
Ahora que tus ojos abiertos
por oscuridad están rogando.
Lánzate y fluye hacia mis brazos, hijo mío,
como lo han hecho tantos otros.
Hazlo tú que hoy no quiero moverme,
ir hacia ti me es agotador,
por favor, házmelo fácil.

Todo hasta ahí estaba frío.
La frustración y el hastío
me habían envenenado,
así como a otros, a esos otros
que ya han saltado al río.

Pero la fractura era inevitable,
y como un iceberg, me desprendí
de los hielos insondables e infernales.
Una chispa, horrible, un resorte que
intenta volver a su origen;
y fue más que una violenta reacción
tras un letargo largo,
más que el manotazo sobre el despertador,
y se resume en una pregunta:
¿Por qué como otros?

Ni me preocupé siquiera del daño causado;
sólo insistí en la tormentosa pregunta,
mientras las punzadas giraban a mi alrededor.
Mientras hormigas recorrían mi columna
haciéndome tambalear;
mientras cavilaba en mi conciencia
con la calumnia de la inocencia
acumulándose en mi nuca.

¡Dime! Viento-muerte-beso,
¿por qué he de hacerlo
como otros?
¿Por qué he de terminar
como otros?
¿Por qué no puedes venir por mí?
¿Tan poco soy también para ti? 

– Sólo otro pedazo de carne
– ¿ah, sí?
– Tarde o temprano me alimentaré de ti.
¡Óyeme! Es cuestión de tiempo.
Tarde o temprano mi beso te dormirá para siempre, 
                                                                                      (si es que no te convenzo primero).
No quieras presumir diferencia;
eres carne como todos los demás
 – Tal vez…
 – Lo eres, y lo son los decrépitos desteñidos,
cuyas arrugas babean por volver a ser rígidas:
a ellos les cumplo su deseo.

Son sólo carne las blandas y dulces avellanitas
que caen, rojos y calentitos, y que nunca alcanzan
a saborear otro hogar,
porque yo los saboreo primero.
Los son
                      (caaarrne)
las flores modernas y juveniles
cuyos colores son más brillantes
y muchos más que los que hay
en un arcoíris
– Qué sabes tú de arcoíris
– Sé mucho más de la vida que tú, niñito.
La he visto aparecer, crecer, madurar,
extinguirse, morir, renacer.
Apagarse y re encenderse.
No me vengas con lecciones.
Tú, que ni siquiera has aprendido a vivir.
Tú que ni siquiera logras darle
un valor a tu existencia.
Tú que no le hayas motivo a respirar.
Tú que me esperas cada noche,
que me deseas esperanzado cada vez
que retornas a tu almohada.
¡ÓYEME, QUE NO ERES NADA!
¡NO ME SUPONES NINGUNA DIFERENCIA!
Óyeme, que te amo más de lo que
amas tu mismo.
Ven a mis brazos, hijo mío…

– Si
– Sí, Ven
– Sí, tienes razón
– así es
– No soy nadie
– Claro que no
– Sólo carne; carne humana
                                                 (Ven)
– Terca, rebelde, impulsiva, indiferente…

Levanté entonces mi vista,
pero ya no oí a nadie.
Solté el cuchillo y lo cambié por un lápiz;
Dejé mi piel
y adopté esta hoja de papel.

Desde ayer.

                                                (como otros también lo han hecho)



miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿Y Por qué el 11 de Septiembre lo recuerdo?

EN RESUMEN: mientras no cambie nuestra manera de hacer vida social - un cambio cultural - esa que se relaciona directamente con los productos heredados por la Dictadura, debemos seguir recordando el Once de septiembre amargamente.

.-.
Este día once de septiembre de dos mil doce, ha sido sin duda un día amargo en general, con la muerte del sapito Livingstone y la derrota de la selección por 3-1 ante Colombia. Pues bien, históricamente para Chile ha sido un día amargo de vivir y recordar, al menos, desde 1973.

Algunos dirán con razón "eso ya pasó", "no volvamos al pasado" o "no miremos hacia atrás". Con todo el optimismo del arcoiris, de la Alegría que venía, del crecimiento económico, del disfrute del capitalismo, con las opciones mayores para consumir casi lo que sea por parte de quién sea: totalmente. Es una contradicción total; por un lado, vernos y creernos en los límites de un 'Desarrollo' divinizado, nuestra gran meta. Por otro, tan llenos de insatisfacción, de indiferencia, de agresividad, de deseo... Una sociedad que permite una total psicopatía esquizofrénica, inentendible y angustiante.

Y es cierto, "eso" ya pasó. "Eso", que se llama golpe de Estado; eso que se llama dictadura, eso que se llama violencia. Si, ya pasó. Ya más de 22 años van desde que se acabó. ¿Por qué aún hemos de recordarlo? ¿Por qué hemos aún de quemar neumáticos, escribir columnas, entrar en polémica?

Simple: La Dictadura se ha prolongado a través de las más diversas formas hasta el presente, generando focos de injusticia, violencia, desigualdad, y de perversión cultural, expresada esta última en el miedo al otro, en el hiper consumismo, en el deseo desenfrenado de poseerlo todo, y en una forma agresiva y violenta por demostrar cierto tipo de superioridad.

La Dictadura no nos dejó eso, claro está.  Nos dejó un modelo que se decidió en su momento seguir aplicando. En esto, la Concertación debe responder. ¿Era lo más adecuado, para evitar un re-levantamiento de los militares? Sólo especulación. ¿Se podía hacer otra cosa? Tal vez sí, tal vez no. Pero se hizo. El modelo se prolongó. La figura del dictador Pinochet se extendió no como una sombra, sino que como una imagen clara y presente en la vida política y social del país. La famosa libertad aún estaba saliendo del shock, o más bien, seguía entumecida tras años de represión y tortura (dicho esto con el menor prejuicio y resentimiento posible, aunque aún así, con algunas capas de rabia y molestia, lo reconozco). Fue ahí, más o menos, cuando comenzó a abrirse el cascarón de esta nueva cultura en Chile. La entrada masiva de bienes y servicios, los accesos a créditos y la posibilidad del endeudamiento a largo plazo, la posibilidad cierta de 'ser más que los padres', de comprar la deseada coca cola, de conducir un autito, de comunicarse mediante un ladrillos - perdón, celular - etc., marcan un camino mucho más que sólo económico: se transforman en una manera de hacer vida social


Esto es análisis viejo, ya hecho por varios. No estoy dando ni diciendo nada nuevo. Lo importante es que mientras siga habiendo focos de injusticia, desigualdad, violencia y perversión cultural que podamos relacionar con el modelo neo-liberal heredado por la Dictadura - el "eso" - tendremos que seguir recordando amargamente cómo un día fue violentamente implantada una manera de hacer vida social. Una en donde la solidaridad es una fantasía televisiva; una en donde el consumo es la principal razón de nuestros actos; una en que siendo agresivos y violentos podemos hacernos escuchar y vernos superiores que otros; una en donde siempre son 'otros' los que tienen responsabilidades y culpas; una en donde la violencia es justificada como la única y soberana forma de expresión, diálogo y cambio.

Cuando ese cambio cultural se produzca en la sociedad chilena, ese día el 11/09 podrá ser una anécdota más en la historia de Chile. Y es difícil: porque la dificultad está en que Chile, históricamente, desde su nacimiento, ha estado gobernada y dirigida por 'un espíritu de Señor', no por 'un espíritu de ciudadanía'. 

.-.

Sobre el cómo recordar.

Definitivamente JAMÁS justificaré ninguna violencia. anteriormente he escrito que TODA VIOLENCIA ES LA MISMA MIERDA, sea de quien venga o hacia quien sea que sea dirigida. Esto no significa que a veces no desee violencia. Es decir, preferiría jamás salir a quemar neumáticos. Y si algún día me veo en esa situación, será más bien por un arranque emocional que por una lógica de protesta. Los focos en los cuales aún la dictadura se nos manifiesta son golpes de violencia que generan por supuesto reacciones de dolor, ira, venganza incluso. Pero esto es sólo análisis, no justificación.

¿Cómo prefiero recordar? Realzando una ética revolucionaria. ¿Qué es eso? Una revolución no es un giro disruptivo y repentino. Yo la pienso como el proceso de transformación. Esta "ética" tiene que ver con el rechazo de todas las enfermizas facetas del sistema capitalista neoliberal: machismo, discriminación, egoísmo, violencia, consumismo, farandulización de la vida social, avaricia por el poder, deseo de superioridad, la ultra transacción de la vida social en los mercados, el avance de los monopolios y del poder transnacional global, la masiva destrucción y/o apropiación privada de los recursos naturales del planeta, la excesiva enrejización de la población, la des-importancia dada a la educación, a la política, a la distribución del ingreso y del poder, etc.

Esta ética no es practicada sólo el once... Es diaria, es un estilo de vida. Una idea que se forja y se fuerza a convertirse en tangible.

Por eso recuerdo el 11. Por eso lo recordaré. Aunque no haya vivido la dictadura, vivo sus consecuencias.

y las quiero transformar




jueves, 26 de julio de 2012

Así que ahora somos menos pobres: NO todo lo puedo en el consumo


Fresquitos están los datos que nos señalan cómo es que Chile crece, tiene empleo, y muy importante - para el Gobierno - está sacando a sus hijos de la pobreza.

Seré honesto: No entiendo ni una palabra de los aspectos técnicos que sustentan la medición, y tiendo a creer la crítica acerca de justamente esos aspectos, por lo que pienso que sus datos están viciados.

Sin embargo, a favor de los datos CASEN, puedo decir que los creo; que es posible que hayan menos pobres o menos pobreza, siempre en relación a la medición realizada.

Sin embargo, hay un factor que una vez más destacaré en este blog: la dimensión cultural, y también la dimensión educacional a la hora de analizar tanto los índices de pobreza, como la caracterización de la pobreza. Es un tema que también podríamos llamar de 'mentalidad', en palabras menos técnicas, y que tiene que ver con el qué consideramos pobreza, y con la pregunta sobre qué es la pobreza realmente. Al respecto, hay toneladas de literatura que analiza ambas preguntas, incluso desde la Biblia; también hay literatura respecto a nuestra propia realidad actual.

Y la pobreza tiene mucho que ver con el consumo, aunque no me guste reconocerlo, pero es inevitable no hablar del fenómeno socioeconómico del consumo como dimensión obvia de la pobreza, puesto que como problemática, está conectada con el tipo de economía que se desarrolla en el contexto referido. Sin embargo, el consumo en mucho más que una herramienta técnica, más que un elemento conceptual, y como fenómeno social, tiene mucho más que ver con aspectos culturales, sociales, políticos y simbólicos, que sólo con los aspectos económicos propios de una transacción.

Y la pobreza, obvio dirá quien lea esto, es también mucho más que un subconjunto social que gana poca plata y que por ende puede consumir poco.

NO tengo las condiciones para ser demasiado técnico o específico en temas económicos, si algo más en temas culturales. Y la Pobreza es mucho más que el poco dinero para consumir, o los pocos bienes con los cuales 'mejoro' mi calidad de vida. Por ejemplo, tener un plasma, o un smarthphone (este último, sí tengo), no quiere decir que realmente ya no soy pobre, puesto que hube de juntar muchos meses mucha plata para hacerlo. Y una vez realizado, tengo que realizar otra vez el mismo esfuerzo de ahorrar para otra adquisición que sobrepasa mi nivel de endeudamiento mensual. Afortunadamente aún vivo con mis padres, lo que me permite sobrevivir sin pagar demasiadas cuentas. Si lo hiciera, si viviera solo, si tuviera que mantener un hogar, apenas me alcanzaría para comer, pagar pasajes, tener luz, agua y gas: lo básico.

La mentalidad de muchos técnicos gubernamentales, estadistas, ingenieros comerciales o economistas, es que si logro sobrellevar lo básico sin mayores contratiempos, no soy pobre. Niegan así otros factores, transformando aspectos esenciales en bienes suntuarios, como la educación o salud. Es que, es claro, los sistemas públicos no son los mejores, pero a ellos acceden los pobres, los muy pobres y los casi pobres, muchos más que los que las encuestas dan a conocer a través de sus súper-valoradas cifras.

Días después, en el gobierno se alegran porque la inequidad bajó también. También yo me alegro, pero vuelvo a la supervaloración de las cifras estadísticas, las cuales estandarizan la realidad, ignorando aspectos cualitativos, como el consumo excesivo (despilfarro egoísta, desenfrenado e inmoral) frente a la excesiva ponderación de ese mismo consumo como la imagen y el ideal de desarrollo. Obviamente los pobres no pueden cumplir este ideal, aunque lo desean, y por eso acuden al sobreendeudamiento, a la receptación de artículos robados, al robo, a las imitaciones de baja calidad de cientos de productos (ropa, calzado, anteojos, etc.), a las grasas saturadas y a grandes kilos de pan para llenar el vacío dejado por la imposibilidad de consumir.

En resumen, no estoy diciendo nada nuevo, nada que nadie no haya dicho ya respecto a lo criticable de la encuesta. Sólo terminar diciendo que  NO todo lo puedo en el consumo que me hace menos pobre.