sábado, 24 de marzo de 2012

Caída y Huida. Segunda Carta Abierta a Dios

Querido Dios:

Tal como finalicé en la última carta, tengo aún muchas cosas que decirte. Por ahora, quisiera escribir sobre mis últimos meses que viví cerca tuyo, en 2009, El cómo caí y cómo me levanté para huir. Aunque no sé bien cómo abordarlos.

Creo que partiré refiriéndome a ese periodo desde más o menos el 2005. Fue un ciclo de gran explosión espiritual, y de hecho es por aquel periodo que no puedo negar tu gracia ni tu existencia, más allá que alguien pueda argumentar que todo se trataba de una manipulación emocional a niveles psicológicos. Y tal vez tenga razón, no lo sé. Sólo sé que yo lo procesé - y lo recuerdo así - como experiencias valiosas de una manifestación cierta de una presencia mayor. Vi cosas que no muchos podrían explicar, que ni siquiera yo puedo, pero las vi, las oí, las sentí, las viví. Y no puedo desecharlas así como si nada. Es un punto obviamente a tu favor.

Sin embargo, cometimos el error de hacernos adictos, como congregación, a la búsqueda de ese tipo de relación. Sin lágrimas, sin saltos, sin que el servicio dominical se extendiera cuatro horas creíamos que algo andaba mal. Si, ahora creo que en realidad, nuestra relación contigo se definía por aspectos netamente emocionales, y por mucho tiempo creíamos que sólo así teníamos una verdadera relación. No obstante, el discurso era de buscar una relación espíritu-Espíritu.

Pero al mismo tiempo, debo reconocer, que intenté negar mis emociones. Desde el coro de la iglesia, y particularmente desde la batería, no se 'disfrutaba' mucho: no era mucho lo que podía sentir o llorar.Y las reprimía, pensando que así podría ser más 'espiritual y maduro', negando lamentablemente todo lo emocional que soy por 'naturaleza'. PRIMER craso error que me costaría más tarde mucho. Más de lo que hubiese querido.

Nunca tuvimos realmente, una escuela sobre eso.

Ni tampoco, sobre lo que realmente es santidad y lo que es la relación con el 'mundo'. Mi única defensa, siempre, fue el aislamiento (SEGUNDO craso error). Porque, ¿para qué quería relacionarme con la gente perversa y pecadora de allá, si acá tenía toda una familia que me amaba y que yo amaba? En sí, parecía perfecta tal lógica. Nunca consideré que esa familia se desintegraba por dentro sin que yo jamás lo advirtiera. Nunca, hasta que fue tan obvio, y tan tarde como para hacer algo.

Desde mi punto de vista, totalmente sesgado por lo demás, el culto emocional terminó destruyéndonos a todos... o a casi todos. Era muy bonito el domingo, pero el lunes siempre había que volver a la 'triste realidad': vidas no realizadas, sueños que no se cumplían, promesas que no llegaban.

Y el sermón. Monopolizado por un sólo hombre. Hilado alrededor de una noción tan capitalista de los sueños y las oportunidades. Max Weber tenía razón: el espíritu capitalista fue construido por la ética del protestante, aunque hoy bien podríamos decir que ese espíritu controla nuestra ética. Lástima que Weber no vivió para escribirlo.

Son muchos otros los factores que determinaron el que yo me fuera y me alejara de ti, pese a aquellos hermosos momentos. Particularmente, mi llegada a la universidad, fue una bomba de tiempo en mi espíritu, que lentamente fue influyendo, cada vez de manera más radical. Mi fe hasta entonces, se basaba en un fundamentalismo ciego: el cero cuestionamiento a las prácticas y a las prédicas; la obediencia irrestricta, sin una debida comprensión ni racional ni espiritual; y el necio chauvinismo etnocentrista que pretendía ser dueño de una única verdad sin la cual los demás 'estaban perdidos'. Fue entonces cuando conocí al relativismo, a quien he hecho mi compañero hasta ahora. Pensé que era posible abrirse al racionalismo científico, a eso que con tanto odio  llamé tantas veces 'la lógica humana' - como si la fe no fuese un tipo especial de lógica, ¡cómo si la fe no fuese un producto simbólico humano, el proceso mediante el cual resolvemos y asimilamos la experiencia con Dios! Tal vez me equivoque, como casi siempre lo hago. Pero me abrí hacia otras lógicas en un contexto que sanciona de manera a veces cruel tales conductas. Una caja de pandora.

Y en mi estúpido idealismo, pensé que era posible transitar por los límites de lo mundano, escuchando rock muy pesado (a lo que muchos por mucho tiempo me decían 'todavía escuchas eso', lo que yo traducía como 'cuándo comenzarás a ser un buen cristiano') , cuestionando Tus intenciones, incluso a la propia Biblia, acercándome a la tan diabólica política - y en particular, a la demoníaca izquierda - , asumiendo posturas políticas ¡que un buen cristiano jamás tendría! Eso me valió muchos roces. Eso me sirvió para darme cuenta lo sordos que son (yo también lo fui) en general los cristianos: nadie jamás quiso escuchar mis argumentos... alguien me dijo 'yo prefiero la oración' cuando le pregunté si estaba dispuesta a escuchar mis argumentos. En la otra carta abierta, alguien dijo 'no quiero debatir'. ¿Por qué? Porque la ética evangélica es la de entregar un mensaje, y más allá si se escucha o no, es Dios quien convence, negando así el enorme potencial que tiene la humanidad para convencer y demostrar el amor, tan sólo escuchando, tan sólo dialogando.

Es cierto, sin ninguna otra intencionalidad que agradarte...

Pensé que era posible hacer eso. Que era capaz de ser radical 'para Cristo'. Pero no pude. No lo fui. Porque además, comencé a sufrir de una tibieza crónica. Que comenzó levemente, pero de a poco se fue haciendo más y más obvia. El cansancio y el agotamiento espiritual y emocional. La continua negación de mi emocionalidad. Mi estúpido aislamiento incluso de otros cristianos. Mi inútil obsesión por lo que es 'maduro' y 'espiritual' y por ser 'distinto'. El drama de la pornografía y de las crecientes tensiones y deseos sexuales - reprimidos, prohibidos y censurables, pero presentes, muy presentes. El dolor a la incomprensión. Mi falta de entrega. Y no lo niego: es en concreto mi responsabilidad. No puedo desconocer las condiciones del entorno y las circunstancias, pero asumo la mayor de las responsabilidades en la decisión - si, decisión - de dejarte, finalmente. Este estúpido afán por ser responsable y 'maduro' (distinto) no me deja otra opción.

Y mi familia. La familia que lentamente me fue abandonando (y que posteriormente yo abandonaría también). No a mí, por cierto, no todo tiene que ver conmigo. Y hablo de la congregación de 'fieles' (¿qué irónico, no?). Pero de los casi 20 que llegamos a ser, terminamos siendo menos de 5. Y con suerte dos quienes asumíamos el peso de sostener una congregación dividida y agotada. Incluso de mis padres sentí ese abandono. Incluso del pastor. De mis amigos, los jóvenes, quienes todos se fueron buscando su propio bienestar espiritual - actitud muy sana, por cierto... ¡pero yo no pude! - lejos de una iglesia que se cayó feo. Y no pude porque tenía en mi mente arraigado un idealismo idiota, que me obligaba: 'yo no abandonaré. Llegaré hasta el final, hasta que ya no pueda volver a levantarme; seré responsable'... y estupideces como esas. Todo por asumir un liderazgo en la época más complicada de la congregación. Un liderazgo que consumió todo en mi: las fuerzas, la motivación, la fe en las promesas, el deseo de orar. El deseo de seguir.

Pronto, una vez que terminó todo; una vez que el pastor por fin renunció. Una vez que fui libre para decir 'mi compromiso ya no está en esta congregación'; una vez que asumí que perdí a mi familia; una vez que se fue todo a la misma mierda comencé a cuestionar toda mi relación contigo: Tal vez nunca en realidad me hablaste, sólo era mi propia subjetividad la que me convencía. ¿Crecí realmente en estos años? ¿Cuáles son los frutos que me quedaron? ¿Cuál fue mi aporte en el 'Reino'? ¿Qué realmente me quedó de esos años a lo cual aferrarme? Nada. NADA. No me quedó ninguna razón, ninguna relación, ningún fruto, ningún amigo, ningún 'alma salvada'; sólo recuerdos que ya no significan nada más que un dolor agudo en el espíritu... o no sé donde... Muchas veces con lágrimas en los ojos me he dicho que no sirvió de nada. Que yo no serví de nada. Que fue una irrecuperable pérdida de tiempo. Que perdí gran parte de mi juventud en vano.

Me fui herido y amargado. Herido y resentido con todos los que me abandonaron. Con la sensación de 'nunca podré perdonarte' hacia mi, hacia ellos y hacia ti, Dios, aunque en la usual lógica de temor (no miedo, aclaro), es imposible culparte de todo lo que pasó. Desde entonces asumí que tenía un puesto irrevocable en el infierno, aunque con el razonamiento que desarrollé en la carta anterior, el que me vaya al cielo o al infierno depende 100% de ti.

Me fui además traumado con la idea de liderazgo. Porque siempre creí que hacia allá me estabas llevando. Y la experiencia que viví hace ya 3 años como líder, no fue para nada estimulante. Ahora le temo. Ahora lo rechazo, pese a mis ganas de actuar, de hacer, de ejercer y liderar.

Y hoy... hoy estoy acá, con algunas luces de esperanza con respecto a una vuelta. Aunque ya nada podría ser igual. No podría olvidar todas mis dudas, mis razonamientos, mi auto-obligado caminar por los márgenes, mi habitar en los intersticios entre lo divino y lo demoníaco... Yo. Parece irónico, pero después de tanto tiempo intentando minimizarme y negarme para agradarte - así nos dice tu palabra, ¿no? el que niega su vida la ganará - finalmente, la primera y más obvia consecuencia de dejarte, fue retomarme. ¿Muy merecedor del lago de fuego, no?

Puede que dejarte hay sido la peor de mis decisiones. Pero fue totalmente mía. Y eso lo reivindico, y ante ello, siento una extraña satisfacción: hay algunos que te culpan a tí, y otros que culpan a los demás. Yo no culpo a nadie. Ni siquiera al Diablo. Asumo la responsabilidad y eso siempre me ha agradado. La intensa e inútil búsqueda por ser diferente: creo que se trata de eso.

En fin, eso es por ahora. Hay aún cosas por decir, en este afán por ser 'libre' de los fantasmas del pasado... y del presente.

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