jueves, 20 de diciembre de 2012

Mañana es el fin del mundo



Mañana es el fin del mundo


Mañana es el fin del mundo

I

Oscuridades. Nebulosas certezas.
¿Qué es aquel grito exhausto?
Aquellas voces que oigo, aquellas semillas de pánico,
de comerciantes;
todos vociferando al mismo tiempo;
una lluvia de barro, nieve y mar,
acercándose, precipitándose, tentándome.

¿Qué haría usted? ¿Por qué no se acerca por aquí?
Es su último día... ¡No puede no hacer nada!
Si, son las voces.
Si, me ofrecen vacaciones familiares,
las mejores comidas, las mejores filosofías,
las mejores ofertas, la mejor respuesta.

Y las señales parecen inequívocas:
reyes y reinos caídos;
desde las alturas, como granizo
lo que se nos vendió como paraíso;
ahí viene, en llamas, sufriendo yagas y dolores,
sin calma,
se precipitan las masas, levantando en alto sus tickets de entrada,
escapando de un fin siniestro, la ruinosa inmortalidad parece un sueño.

Es que mañana es el fin del mundo
y tantas cosas quise hacer, ahora jamás podré. A menos que...

II

Cuesta encontrar paz. El mundo convulsionado está.
No se haya. Han quebrado los espejos,
nadie quiere verse a sí mismo.
Nadie quiere ver con sus ojos el abismo,
ese que se cavó con uñas humanas.
Hay dientes allí también;
hay sangre, hay infantes, hay harina, hay jeringas
raíces secas, biblias, lenguas que aún palpitan: 'así no'

Y yo levanto la vista; luego giro y veo:
los ojos están puestos en un pedazo de papel
que vuela al son del viento.
Y yo presiento que hacia allá está el abismo,
y aquello a lo que llaman fin.
Y miro abajo, al suelo, y allí está todo,
todo lo que parecía nuestro: banderas,
monedas, corbatas, crucifijos, ampolletas.
Y todo está roto, cubierto con sangre o con heces.

Y el hambre.
Y el ruido de castigo detrás.
Y la sensación de una moral que desfallece...

III

Acabo de despertar, y con la garganta seca,
y con un vago recuerdo a sombras.
No sé qué pasó la noche anterior: si fue sueño o fue real.
Con ardor en mis oídos, y retraído en mis sábanas
intenté olvidar ese camino, y ese abismo;
y los dientes y uñas, y la sangre y las cruces.
El dolor que sentía pronto se extendió
y a la luz del sombrío último día
vi sangre seca en mi almohada.

Y mis dedos sin uñas.
Y mis encías sin algunos dientes.

Y oí de pronto un grito, o creí hacerlo,
no lo supe exactamente.
Y una vacía soledad cayó sobre mis hombros,
y vomité.
La sangre y el sudor me recordaron
un sabor salado, una lluvia extraña,
y un bombazo. Y luego me recordé
en medio de un tumulto sin saber qué hacer.

Y un repentino quejido me sacó de mi sueño,
y el horror me llevó a saltar por la ventana.
Salí y corrí, contemplé las ruinas y el fuego,
pisé lo que parecía ser una mano humana,
pero lo que me produjo más horror,
fue darme cuenta que ya lo había visto todo:
la caída de la humanidad,
el pantano y su fondo,
el tiempo sin retorno.
Con lo que parecían lágrimas en mis ojos,
busqué el camino a lo que parecía ser mi casa.
Y recordé lo que todos decían:
que nada había como pasar el fin del mundo en familia;
y que yo tenía una.
Busqué en mis tumultuosos recuerdos la fantasía de una sonrisa
pero sólo conseguí recordar un grito a la luz de la luna,
y un reflejo húmedo y rojo de unos ojos perdidos

Caminé sobre el ripio mirando al horizonte.
Bruma, humo y luz incandescente
me rodeaban;
pequeño y afligido me sentí;
sudoroso y maloliente.
Añoré entonces el olor a melisa del jardín:
sólo basura hallé donde se suponía que estaba.
Dirigí mi vista hacia los boldales,
hacia el cedrón y los rosales:
sólo sangre estancada, y troncos y tallos secos, sin hojas ni flores.

Sin otro aroma más que a venganza,
sin otro color más que la confusión.
Sin otra certeza más que la incertidumbre y el dolor.
No hay razón que me parezca lógica;
no hay emoción ninguna que se quede
al margen de una caótica noche de fin de mundo.
Ninguna lágrima puedo acumular,
ningún sueño, ningún recuerdo dejan de punzar.
Todo a punto de ebullir,
un volcán de imágenes y sensaciones
y una magmática verdad buscando salir
me quema por dentro;
arden los albores de una conciencia consumida
por la hipócrita esperanza de la salvación
Y allá, donde el fuego ya es carbón y ceniza
surge de esas brasas una risa, una risa pervertida.

IV

¡¡FUEGO, VEO EL FUEGO!!
Más que un recuerdo: lo vi quemando y comiendo,
lo vi despidiéndose,
y vi un demonio con barba.
¿Qué? Llevo mi mano a mi boca:
yo también tengo barba.
¿Será posible que...?
No, no puede ser.

Pero allí está: una sombra sospechosa,
proyectada tras un enrojecido atardecer
y, ¿Qué? ¡Qué son esas imágenes!
Rostros que creo conocer,
rostros que muestran horror,
rostros que pierden expresión,
rostros que exudan sangre,
ojos que reflejan un último haz de luz, anaranjado y violento.

Y ya no hay allí otra cosa que un cenicero.
Desorientado, me siento a la deriva.
Volví mi mirada hacia la empedrada,
el ripioso horizonte verde que siempre creí mi hogar,
hoy no me dice nada, está silente, pero...
¿Y esas voces? ¿Por qué me dicen que no?
Que por favor me detenga... ¡Que por favor me de la vuelta!

Hay aún por aquí pequeñas pistas.
Por acá vivo yo, pero no lo reconozco.
Hay carbón, brasas y cenizas por todos lados.
Hay sangre en las calles. Y las calles están en ruinas.
Esta, esta debería ser mi casa: esa, la ennegrecida y destruida.
Ya no vidrios ni paredes. La oscuridad se cierne en su interior y,
¡Oh, por Dios! ¿No es mi perro el que está calcinado y... ¡partido en dos!?
El miedo me invade. La ira, la impotencia y la venganza.

Por mi mente circula una certeza
pese a que hay sombras en mi cabeza que ver no me dejan.
Allí está el culpable... ¡Es un demonio!
Es cierto, hoy acaba el mundo, pero ¿Por qué acabó antes para ellos?
¿Por qué vino el infierno a mi hogar, y no el cielo?
Oh Dios, qué miedo siento,
creo que el demonio sigue dentro,
esperándome, babeando por un cadaver más.

Avanzo, el pasillo hacia el interior
ennegrecido por la humedad quemada
y por la amnesia angustiante de oscuro color.
Mi familia ya no está.
Solo hay bultos negros y rojos.
Son ellos. Y la impotencia llega ya.
Caigo de rodillas al suelo
¿Quién mierda hizo todo esto?

Un frío rugido, casi como una risa
oigo desde el baño,
y levanto mi vista.
Allí debe estar el culpable,
aquel maldito y ruin demonio
que destruyó mi hogar y toda mi calle.
El atardecer anaranjado, por las fisuras entrando,
me permite ver no un demonio, sino un espejo trizado.

V

Y todo se vuelve claro.
El fuego, la sangre, los dientes, el horror,
y esos cadáveres son reclamados por mi mano.
Y por primera vez las veo:
rasgadas, secas, manchadas, como un mapa
mostrando mis crímenes, mi demonio violento.
Y entonces recuerdo, ahora, todo.
Y las lágrimas corren por mis ojos.

Fui yo, quien quemó y mató a mis vecinos.
Era a mí, que me gritaban 'detente'.
Soy yo el único constructor de ese horrible abismo.
Y a la mutilación de mi perro se suma
la violación de mi madre y hermana,
y mía es también de mi padre la tortura.
Lo recuerdo, ahora, todo.
Y las lágrimas corren por mis ojos.

Y de mi bolsillo extraigo un papel
blanco, escrito. Es un recibo:
“Gracias por nuestros servicios escoger:
Suficiente odio para matar,
suficiente demencia para quemar,
suficiente perversión para violar.
El efecto suministrado por el veneno del poder
finaliza desde su primer crimen veinticuatro horas después”

“Usted escogió PODER para cumplir sus más profundos deseos.

Feliz último día del mundo”

finalizado en marzo de 2012. II Edición,  febrero de 2018

martes, 11 de diciembre de 2012

Huachipato y el Triunfo del Chile olvidado




Huachipato Campeón 2012 del Fútbol Chileno. Impresionante. Una sorpresa. Inesperado. Es que siendo sinceros, no fue el mejor equipo del campeonato, ni el más vistoso, ni el que más atraía público; Huachipato salió campeón gracias al sistema de campeonato de play offs, por el cual pocos sienten agrado, que permite este tipo de sorpresas. Sea como sea, he podido celebrar junto a mis coterráneos choreros el triunfo del equipo del puerto.

Pero esta entrada intenta introducir ideas políticas y antropológicas al tema general del Fútbol.

Siendo sincero, yo no siempre he sido 'hincha' huachipatino. Hasta hace unos tres o cuatro años, yo adscribía a un equipo santiaguino, como muchos en todo Chile. Siempre "apoyaba" a los equipos locales, y dependiendo de cada partido, prefería que ganara tal o cual equipo. Pero mi "identidad futbolera" estaba construida por una tradición que venía de niño, alentada por las continuas rupturas al interior del vecindario o del curso escolar entre los dos clubes más "populares" de Chile: el Colo y la U.

Más allá de ese esquema de pseuda división, no había demasiado: no nos peleábamos entre compañeros o vecinos por los colores y a parte de las burlas ante la derrota no había nada.  Pese a que esto sucede en muchos barrios y escuelas, nadie puede negar el poder que generan las identidades futboleras. Esto ha incidido en múltiples crímenes ligados a las adscripciones, en manipulaciones políticas, transacciones económicas. 

De vuelta a mi caso, muy ligado a un proceso interno de reflexiones políticas que hizo virar a mi conciencia hacia un idealismo de izquierda, decidí dejar de apoyar al equipo de Santiago, y comenzar un proceso de reidentificación futbolística basada en las ideas políticas de descentralización y de empoderamiento local. 

Desde ese punto, mi deseo era poder ver campeones de regiones, pero lo único que podíamos ver fue la centralización de los hitos y éxitos deportivos en la capital. Ya fuera Cobreloa, O'Higgins, Iquique, o Huachipato, creer y anhelar el éxito de los equipos regionales era parte de ese idealismo descentralizador.

Hasta que en el 2012, por fin se me hizo realidad el sueño. Y de la manera más agradable: Un equipo de Talcahuano hizo el milagro y se anotó en la historia. De región y de mi comuna. Pero, ¿Es el triunfo de Huachipato el triunfo de las regiones, del Chile olvidado?

El fútbol tiene un cariz político insoslayable. En un país donde las regiones son la excepción, el triunfo de Huachipato puede ser reclamado por el Chile olvidado: ese donde los pobladores son marginados de las decisiones que les afectan, ese donde las regiones se empobrecen porque sus recursos financian el transantiago, ese donde vivir donde no es la capital te quita casi toda oportunidad por crecer, tener éxito, participar en el desarrollo de la tierra que amas; en fin. 

Todo lo que pueda contribuir al desarrollo de una región, todo lo que pueda fortalecer las identidades locales de cualquier tipo, Todo lo que pueda destacar que existe un Chile fuera de Santiago, es necesario realizar, subrayar, repetir, celebrar. 

Foto: Huachipato celebra su título en la Plaza de Armas Arturo Prat de Talcahuano. Ven y acompaña al plantel campeón del fútbol nacional este martes (11 de diciembre) a las 12.00 horas