domingo, 18 de marzo de 2012

El Relato de cómo casi me voy al Servicio Militar

Todo comienza con el resquemor de acercarse al Cantón de reclutamiento más cercano, sobre todo si por 4 años seguidos ya te habías sacado el SMO, y que ya ni por si acaso te llamarán. Pero así fue. Las razones psicológicas y emocionales (el ámbito de lo personal) de por qué me anoté voluntario a los 23 años, son irrelevantes en este momento. Lo importante, es el trasfondo sociocultural que pasaré a relatar.

Con cara de incomprensión totalmente comprensible, el encargado del cantón me pregunta ¿qué pasó? ¿no terminaste tus estudios? - Si, si lo hice. Terminé y estoy titulado. Simplemente quiero hacerlo antes que sea imposible. Leí por ahí que se podía hasta los 24 años. - Si, en efecto, aún puedes hacerlo.

De ese paso al siguiente, el contar que tras una irreflexiva decisión, te inscribiste voluntario para hacer el servicio militar, hubieron de pasar varias semanas, tratando de encontrar el mejor momento y los mejores argumentos, seleccionando a quiénes se enterarían primero, y un montón de otras pequeñas decisiones que se relacionarían. Para un sujeto en mi posición, 'realizado' socialmente a través de las posibilidades y del status que brinda un título profesional obtenido tras un exitoso paso por la Universidad (exitoso en tanto 'meta cumplida'), tal decisión y el hecho de 'contar' la misma, representaba una incongruencia en las expectativas culturales que se fijaron en mí. Una pieza que no encajaba con el ideal social.

Porque además, el Servicio Militar en sí, representa según el contexto una gama de sensaciones y expectativas que pueden resultar muy opuestas. Para algunos es igual a una oportunidad: la posibilidad de un 'futuro' estable y seguro puede derivarse del mismo. A otros, les es igual a una solución urbana: la forma más eficaz y la más necesaria para sacar a tanto flaite de las calles. Para otros, una pérdida inútil de tiempo. Todo según el contexto: en este caso, la significación que se le da al sujeto en cuestión.

Y yo como contexto, es claro, le dio al SMO un sentido negativo. La incomprensión se hizo notar en mi entorno directo, pese a que se aceptó en primera instancia la decisión tomada. Sin embargo, frases como 'Mira que ir a perder un año'; '¿y en qué volá te fuiste? ¿'Y para qué'? 'Mira que teniendo pega, irse para allá'; 'Y por eso renunciar'; 'está loco este otro'; y cosas por el estilo.

Cabe mencionar, que hacer el SMO influyó en parte en la decisión de dejar la pega que tenía: 'Voy a disfrutar el verano antes de irme'. Otra frase que yo mismo me decía, dando cuenta en general de la significación particular que genera el SMO.

Por cierto que lo que se dice es tan interesante como lo que no: pienso en concreto en las miradas y los silencios. Cuando se cuenta, lo primero que se nota es esa mirada de 'no entender'. Pero también cuando no lo cuentas, significa mucho más que sólo una acción que facilita la conversación. Es cierto que es más fácil mentir un par de segundos que estar cinco minutos justificándote; pero hay también un peso: yo sabía que no estaba cumpliendo con las expectativas de los demás. Había una sensación vaga de vergüenza, puesto que 'tanta gente sin pega, y él renunciando por una huevada'. Hay mucha gente a la que nunca se lo conté, para evitar los costos sociales de la confesión.

Y así llegó el 5 de marzo, fecha de presentación. Allí, el arrepentimiento ya era una sensación cercana,  pese a que aún mantenía la decisión con algunos argumentos bastante subjetivos.

A las 08.00 de la mañana en el regimiento de Concepción, pude confirmar algo que se suponía: Una gran cantidad de wachiturros, flaites y otras cosas bastante extrañas; jóvenes entre 17 y 24 años (como yo). Yo pensaba que sería rápido el trámite. Pero en realidad era mucha gente. Y hubo mucha tardanza en ciertos puntos - como el rápido manoseo de salud.

Afuera del gimnasio nos ordenaron por lugar de inscripción. Los de Conce los más; los de Talcahuano y Hualpén, el segundo grupo más numeroso. En la entrada del gimnasio donde se hizo todo el proceso de registro y evaluación, había unas galerías. Allí nos entretuvieron mostrándonos un video con las posibilidades que brindaba el ejército. Obviamente, nada negativo que pudiese hacernos desistir.

Una cosa que me llamó la atención, fue que en el proceso de consulta sobre eventuales problemas - previo al examen de salud - se preguntara sobre si 'tenía problemas sexuales'. Yo quedé extrañado y confundido por unos segundos - ¿Cómo? ¿Problemas sexuales? - a lo que el uniformado responde: 'Si te gustan los hombres pues, huevón'. Como a esa altura aún tenía algunas ganas de irme, no quise polemizar ni debatir. A mi lado, había un chico al que le estaban preguntando - Pero, ¿te has intentado suicidar, entonces?

Las cosas de la vida.

Luego de eso, la espera para el testeo médico se hizo insoportable. Una verdadera primera prueba para los 'voluntarios'. Cinco horas aproximadamente tuve que esperar en una larga fila de pie, entre los adolescentes que iban y venían, que salían y entraban, que desordenaban la fila y que olían a muchas cosas. Todo eso minaba el ánimo, el interés y las fuerzas. Antes de pasar a la carpita de los médicos, yo pensaba que ahí era posible que me dejaran afuera, por una eventual desviación de columna o de rodillas. Nada de eso. Fue un manoseo de menos de 30 segundos. Apto. Seguro, y se veía así, los funcionarios del ejército estaban también muy cansados y aburridos de tanta... 'juventud'. Sin mayor rigurosidad, no estaban preocupados de examinar detenidamente a nadie.Y de ahí, a la entrevista social.

Ya eran cerca de las 4 de la tarde. A esa hora, el arrepentimiento total me tenía dominado. Pero ¿Cómo sacármelo ya? Parecía imposible. 15 o 20 minutos después, estaba ya hablando con la asistente social. Estaba dispuesto a decir hasta la mentira más ridícula con tal de que me dejaran fuera. Y fue más fácil de lo que pareció. Por edad y por el maldito crédito universitario (que es ese momento, fue una tremenda bendición). Los 24 años parecían demasiado, pero más efectivo resultó la millonaria deuda que me dejó el estudiar una de las carreras más caras de la Universidad. 'Son entre 12 y 15 millones aproximadamente'. La respuesta la dejó pasmada. Ahí sólo tuve que decirle que ya no quería hacerlo. Más fácil de lo que parecía.

Luego de una mesa más, finalmente, quedé 'disponible': es decir, aún la posibilidad de irme existe, aunque es mínima. Salida del regimiento: 17.15 horas.

Mi última impresión con respecto al SMO: si resulta eso de despejar las calles de wachiturros y flaites. Muchos de ellos si se van. Casi todos.

Lo peor: aún quedaba un número cercano a cien cuando me fui. Creo que mínimo, el proceso cerró cerca de las 19.00 hrs.

Para finalizar, el deseo de haber realizado una completa etnografía al SMO era la razón que más me agradaba. Y por ella, aún añoro la escasa posibilidad de irme. Y por ella, escribí este relato.

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