martes, 10 de septiembre de 2013

40 años: un golpe, una dictadura, y una transición sin fin.


Para ser claros...

Para ser claros: NO viví el golpe militar. NO viví en dictadura. NO viví con Allende. NO tengo ninguna conexión con detenidos desaparecidos. Se podría decir que soy hijo de la Democracia, criado en la década de los 90.

No, no he vivido lo que vivieron los viejos y adultos: la represión, las colas, la muerte, el exilio. Y no lo deseo. Pero si puedo decir una cosa, una verdad, una gran verdad: HE VIVIDO BAJO LAS CONSECUENCIAS DE LA DICTADURA.

He vivido todas y cada una de las políticas que se crearon en los 17 años de gobierno militar, esas que han implementado un modelo, un famoso, manoseado, odiado modelo: el neoliberal. Tengo 25 años, y todos ellos han sido bajo el régimen implementado en dictadura y profundizado en democracia. Todo esto: desde una constitución de élite; leyes orgánicas de acero, o más duras, como el binominal o de educación; predisposiciones políticas y económicas a la sacralización del crecimiento económico, a la conceptualización de todo ámbito y/u objeto como fuente de ganancia, y a un cierto desprecio por la equidad.

Para ser claros, durante 23 años nadie ha sido capaz de construir un verdadero proceso de transición que deconstruya el modelo, el cual, por supuesto, es en gran medida un resultado cultural que devino de la imposición de ciertas relaciones sociales. La idea de la individuación, de que cada persona se las arregle como pueda, de que cualquiera - no todos - pueda acceder a niveles más grandes en términos adquisitivos, de que cualquier problema dependerá siempre de una estructura monetaria personal y no de un régimen solidario colectivo, de que cualquier cosa o acción puede transformarse en la ganancia para algunos, obviamente impacta en las formas en que las personas racionalizan y proyectan sus experiencias y sus relaciones sociales con las otras personas, las organizaciones e instituciones.

Estos 40 años de conmemoración del golpe militar, no sólo debemos recordar lo que pasó un día en especial,  sino todo lo que vino después: 17 años de dictadura y 23 años de transición que, por lo que se ve, no tiene un fin cercano.



De la dualidad aceite / agua.

A todos quienes hemos vivido desde la época post segunda guerra mundial se nos ha clasificado como capitalistas o como comunistas. Más allá de la invención del tercer mundo, Chile no ha escapado  a esa dualidad, que se profundizó con el Golpe de Estado. A partir de entonces, 'o con nosotros o contra nosotros'. Obviamente los asesinatos, los odios, las armas, la represión, contribuyen notoriamente a la segregación social, tanto o más que cualquier estructura socioeconómica. Esto se ve aún en nuestra política y en nuestros partidos políticos, en los cuales aún subyacen 'trapitos' que continuamente salen al sol.

Sin embargo, a quienes no vivimos la época, se nos insiste en integrar en la segregación, en la tormentosa mezcla del aceite con el agua, sin importar si las nuevas generaciones queremos insistir en ser parte de algún bando o no. Lo que quiero decir, es que tales bandos se arrogan nuestra representatividad a priori sin hacer ningún esfuerzo en representarnos realmente.

Para ser claros: me considero opositor a una ya pasada dictadura, así como me siento parte de las voces que piden verdad y justicia. Me indignan las torturas, las violaciones, la violencia: las hechas en Chile, o en Siria, o en Ruanda, o en Guantánamo, o en la Araucanía, o en el Tíbet. Pero también me indigna la hipocresía de quienes se hicieron cargo de la transición, quienes hoy pretenden imponerse como el único cuerpo organizado que se opone - como el aceite al agua - a los legítimos inventores del ya mencionado modelo. En especial, cuando ese mismo cuerpo se ha encargado de mantener y profundizar al molesto modelo tantas veces mencionado.

La leyenda de Allende

Y a 40 años de tantos hechos dolorosos, indignantes y polarizantes, surge una figura con muchos matices de leyenda, idealizada, reificada como la máxima expresión de una izquierda marxista a la antigua - en su variante democrática - tanto como la máxima figura de una política realmente opositora al capitalismo. Lamentablemente para él, sus seguidores, y los que se sueñan sus herederos, el problema con Allende es que no fue representativo. Si bien ganó las elecciones legítimamente, lo hizo según las reglas de la época, vale decir, sin la necesidad de ganar por un 50 + 1, sino por mayoría relativa (sistema electoral mayoritario uninominal). Esto definitivamente fue su más grande problema: la poca representatividad de su proyecto.



Demos el salto

Pero, ¿De qué depende dar el salto hacia una nueva etapa histórica? No es fácil. Es necesario realizar acciones políticas, acciones sociales, acciones temporales. De las políticas, una es fundamental: NUEVA CONSTITUCIÓN. La forma y el fondo contribuirán a establecer la velocidad que las acciones sociales se llevarán a cabo. Mientras más representativa y participativa sea esta nueva constitución, mayor velocidad adquirirán las acciones sociales que renovarán las formas de relación entre las personas, entre las colectividades, entre las instituciones. Con mayor calma y mejor armonía transcurrirá el tiempo que también es necesario para dejar atrás esta etapa histórica.

Esta es la principal razón, el mayor porqué de apoyar un proceso de Asamblea Constituyente, y se puede resumir en una sola palabra: Inclusión. ¿Se debe incluir a quienes violaron los derechos humanos y/o a quienes les apoyaron positivamente? Yo diría que no, así como tampoco se incluyen a personas convictas. ¿Deben incluirse gente de la UDI o RN, agrupaciones políticas cercanas al modelo y a los violadores? Yo responderé ¿Por qué no? Una discriminación a priori nos vuelve inmorales y segregacionista. Porque para ser claros, no todos ellos fueron parte de la dictadura. Sin embargo, es difícil distinguir entre quienes apoyaron al régimen militar positiva y activamente y entre quienes se vieron o se sintieron forzados a hacerlo. Es un tema de ética muy complicado, que yo no puedo abordar en toda su magnitud.

Para finalizar, citar alguna frases intelectuales. Ortega y Gasset, en el libro "La rebelión de las masas", da una posición respecto a la idea de nación y de Estado. Este último "... empieza cuando se obliga a convivir a grupos nativamente separados. Esta obligación no es desnuda violencia, sino que supone un proyecto iniciativo, una tarea común que se propone a los grupos dispersos..." (125). La unidad de un estado depende no sólo de una historia, un territorio o un idioma común, todas cosas preexistentes y por así decirlo, pasadas. "No es la comunidad anterior, pretérita, tradicional o inmemorial... la que proporciona título para la convivencia política, sino la comunidad futura en el efectivo hacer. No lo que fuimos ayer, sino lo que vamos a hacer mañana juntos, nos reúne en Estado..." (131). Estas frases son decidoras con respecto a nosotros, herederos de una contaminación de odios e iras, separados aún por 40 años de injusticias, atropellos y escasos esfuerzos de representatividad y democracia participativa.

Una Asamblea Constituyente, hecha de cara a la ciudadanía y a los diversos grupos de población del país, aseguran una participación, un esfuerzo y respeto mutuo, y un sentimiento de pertenencia respecto al Estado, a la diversidad de la nación, y una superación de esta etapa histórica en la que aún vivimos.