domingo, 27 de mayo de 2018

Día del patrimonio: Una pregunta sobre el legado heredado y legado por heredar



Este domingo 27 de mayo, y como cada año desde hace un tiempo en estas fechas, se conmemora el día del patrimonio cultural en Chile.

Como suele suceder en Chile, la mayor parte del tiempo se realizan acciones sin mayor reflexión. El año 2017, se estimó la realización de 1080 actividades relacionadas en el país, y casi dos millones de participantes. Este 2018, se registraron más de mil quinientas actividades y faltaría ver la cantidad de personas que participó en total. Sin embargo, acá vale la pena preguntarse cuánta de esa gente, de esos casi dos millones de personas realmente logran hacerse una idea de qué es patrimonio. Menos aún, asumo yo, habrá gente que llegue a problematizar el concepto.

Hasta aquí, el tratamiento que se le puede dar tiene que ver con la historia, la antigüedad, los edificios, los apellidos pioneros, el renombre de algo o alguien. La UNESCO da una definición asociada a la riqueza no económica de los pueblos que es heredada y, por ello, acumulada desde antigua data. Dicho así, es obvio que patrimonio tiene que ver con la Cultura de una sociedad, es decir, y desde un enfoque semiótico, aquellas relaciones que dotan de significado al hecho de que un grupo de personas convivan juntas.

Sin embargo, lo que en estas fechas se celebra – creo yo – está más relacionado con una cierta idolatría de aquello que parece adecuadamente antiguo, de aquello que parece estéticamente apetecible, de eso que tiene un apellido ilustre, y de aquellas fachadas aristocratizantes. Una cultura de élite que no exactamente tiene que ver con el significado de convivir juntos. Cabe destacar aquí que a mí personalmente me gusta la Historia como disciplina (y como insumo de análisis social), el arte y la museografía, no tengo nada en contra de todo ello. Pero esta forma actual de plantear el patrimonio a mi me provoca más bien un crítica acerca de los alcances y objetivos originales con los cuales aquellos bienes susceptibles de idolatría se crearon, en primer lugar.

Siempre me hago la pregunta respecto al costo social, económico, ambiental y cultural que significó la construcción de determinado edificio, la llegada de determinado artefacto, o la primacía de determinado apellido. No pretendo ponerme odioso al pensar cómo es que muchas armas o cañones que hoy se exhiben como patrimoniales fueron utilizados para la 'Pacificación' de la Araucanía, o sobre cómo fue que llegaron las famosas iglesias a la Isla de Chiloé habiendo primero que acabar con la espiritualidad indígena, o acerca de la riqueza y fama acumulada por Julio Popper luego del genocidio selknam. Pero la pregunta sobre el legado que estamos hoy nosotros dejando al futuro es una que al parecer no tiene trascendencia colectiva. Nada, absolutamente nada estamos diciendo sobre el resultado de la intensa extracción de recursos naturales que generan la riqueza y la construcción y establecimiento del futuro patrimonio: ninguna mención a los bosques que ya no están, a los ríos secos, a la circulación en el ambiente de material y residuos radioactivos, o a la gran biomasa (flora, fauna, tierra fértil, glaciares y reservas de agua dulce) que ha sido destruida por nuestro ritmo cultural y nuestra forma de darle significado a la convivencia social basada en el plástico, el consumo, la comodidad. Estos mismos resquemores los hago presente y deben funcionar como advertencia al futuro, ya que la actividad humana es incesante y todos los días se está construyendo un patrimonio: una herencia cultural cuya idolatría se proyecta a veinte o treinta años adelante.

¿Qué nos han legado? Es una pregunta de análisis crítico sobre lo que hoy consideramos patrimonio. Pero la pregunta ¿Qué estamos legando? Es una pregunta crítica sobre el nivel de conciencia y de ética actual en nuestra sociedad.



Como Bonus especial, dejo acá una nota de El País de España sobre cómo es que hemos afectado nuestro entorno los seres humanos: ¿Qué significa salir del Holoceno y estar en el antropoceno?