miércoles, 25 de marzo de 2015

Sexta carta abierta a Dios: bombardeado

Sexta carta abierta a Dios. Bombardeado

Querido Dios:

Hoy tuve la oportunidad de ver cómo nuevamente he sido subvalorado. De sentir nuevamente y en carne propia el dolor de ser bombardeado por la cultura neoliberal que has permitido crezca y fluya con total libertad.

Quiero decirte que estoy cansado. Tanto ataque me tiene desmoronado. Este mundo no me gusta. No me gusta su excesivo deseo y exacerbada necesidad por lo material. Estoy en constante crisis por no poder cumplir las expectativas culturales de mi sociedad. Estoy harto de tener que autojustificarme delante de mis espejos respecto a los logros que he conseguido a lo largo de estos años. Porque nadie, nadie lo comprende.

Sólo en los últimos años he podido crear. He podido embellecer. He podido darle brillos y matices distintos a mi territorio. Estuve involucrado en doce murales, en la creación de una batucada. Estuve involucrado en el rescate patrimonial de un cementerio simbólico y puse luces de apoyo a la seguridad de dos barrios. Puse en la vista de autoridades barrios a los cuales nunca habían ido ni sabían de su existencia. Y me he sentido orgulloso de eso...

Pero quizá ya no.

Nadie en su sano juicio se atrevería a enorgullecerse de este tipo de huevadas. No, son otro tipo de cosas por las que la gente normal se enorgullece. Su auto, su casa, sus títulos, sus cargos, sus sueldos cercanos al millón, su ropa elegante, su smartphone, su led de 40 pulgadas. Son esas las cosas a las que debo aspirar. Son esos los elementos de la normalidad cultural. Por mucho tiempo pensé que las personas que se preocupaban de eso estaban locas. Pero resulta que ahora me doy cuenta de lo contrario.

El único trastornado aquí soy yo.

Me queda poco. Poco ánimo para continuar con mi locura. Poca fuerza para darle la espalda a ese mundo del que he intentado escapar. Poco deseo de ser un eterno loco. Pronto, espero, volveré a la normalidad. Cumpliré fielmente los mandatos de mi sociedad. Dejaré los caminos del activismo, de la reaccionaria vida de los austeros y anti materialistas. Me convertiré en un servidor del progreso: un consumidor hecho y derecho, una persona racional, con frutos y logros racionales: un auto, una casa, una esposa flaca, un sueldo envidiable... Tal vez incluso vuelva a la iglesia, para vivir la felicidad dominical de la vida religiosa. Eso es lo que quiere mi sociedad de mi.

Eso es lo que incluso tú, Dios, quieras de mi.