lunes, 10 de febrero de 2014

A La Haya nuestro narcisismo


Si el fallo de la corte en La Haya ha sido ajustado a derecho o no, yo no lo sé. Pienso que actuó en base a la buena fe, es imposible creer y argumentar sobre un complot en contra de Chile.

La verdad es que el derecho y los juicios, las pruebas, réplicas, dúplicas, etc., representan instancias y conocimientos que a los ciudadanos normales, ajenos a todo este vocabulario, poco importan, poco atraen y poco se entienden. Por tanto, las lecturas que se hacen del fallo no sólo deben ser a nivel de discusión económica, política, imagen diplomática, etc., sino también hay que hacer una lectura autocrítica, tal vez moral, de lo que ha pasado.

Me refiero al golpe a la soberbia, la que nos ha crecido en el espíritu patrio por el continuo desprecio hacia nuestros vecinos del norte. El seudo orgullo nacional que sentimos y que crece entre fascistas y masas poco críticas tras el fallo, emerge por razones históricas concretas.

Para nadie es un misterio que Chile no es un país
que destaque siempre, ni que esté continuamente
en primera línea del éxito en cualquier ámbito.
Pero tampoco podemos decir que estamos en el
top ten de lo peor de las naciones del mundo.
Así, desde la línea de la mediocridad solemos mirar
por encima del hombro al tercer mundo que creemos
no nos supera, lo cual suaviza en parte nuestros
propios fracasos.


Dos guerras ganadas en el siglo diecinueve que alimentaron 
el nacionalismo patriota, un crecimiento económico 
neoliberal noventero mediáticamente superior al 
capitalismo terrateniente practicado hasta hace unas 
décadas en Perú y Bolivia, y hasta un
par de mínimos triunfos deportivos, nos hacen creer que somos 
superiores a nuestros vecinos, que esos triunfos nos 
dan derecho a despreciarlos y atribuirles un 
status valórico menor al que tenemos. 

En este sentido, me parece que el fallo fue muy amable con Chile, y no hizo justicia a la histórica mala conducta que yo y mis conciudadanos chilenos hemos sostenido y construido en torno a la relación con peruanos y bolivianos. La caricatura que se hace del indígena aymará o quichua nos muestra sólo nuestros propios odios y prejuicios sobre los pueblos indígenas latinoamericanos, que por cierto, también habitan el Chile que con tanta pasión defienden los seudo patriotas.

La pérdida de soberanía:

Vino Perú con una demanda. Hemos visto lo que pasó. Ahora viene Bolivia y el discurso es el mismo: "no hay nada que hablar". Otro juicio en la Haya y no nos damos cuenta que nuestro narcisismo, la estúpida soberbia basada en prejuicios (y eventualmente algunos hechos menores) es la peor de nuestras mediocridades y fracasos.

Habiendo tantos hechos que han atentado contra nuestra soberanía y nuestros derechos como ciudadanos chilenos, nos arde en el alma el tener que haber cedido 'gratuitamente' a 'seres inferiores' un poco de mar. Estoy seguro que a los neoliberales les dolió haber cedido terreno (mar en este caso) sin haber hecho negocio con él. Se han entregado casi todos los recursos naturales a empresas transnacionales y somos pocos los que nos quejamos con pasión contra quienes lo hacen y contra los poco concientes ciudadanos chilenos. 
 
No es la única perdida y, si seguimos con este tipo de administradores en el Estado y la actitud poco comprometida, poco crítica, poco conciente de nuestros conciudadanos, no será la última.