miércoles, 17 de junio de 2015

El caso Vidal y la patria querida


El caso Vidal y la patria querida


Esta es una columna que no busca analizar ni esclarecer, ni ayudar a entender nada. Es al contrario, sólo busca ennegrecer aún más el panorama, al hacer ingresar cuestiones éticas subjetivas  y emocionales. Mis propios fantasmas, dudas, preguntas y temores

Se dice que se enseña y se aprende Historia para aprender de nuestro pasado y construir un mejor futuro. Claramente, Arturo Vidal no aprendió Historia, o al menos, esa frase cursi.

En Chile solemos hacer escándalo por todo lo que huele a inmoralidad. Esta moralidad es más bien extraña, amorfa, difícil de describir... pero ahí está. Si Vidal no lo sabe, o no lo supo, es muy extraño, habiendo ya pasado por el famoso bautizazo y otros episodios. Ya sabe que el alcohol y la selección, no andan bien. Porque tal vez en Italia, alcohol y conducir es pan de cada día. Y acá en Chile también: y no nos hagamos los tontos, porque siguen siendo cientos los que conducen automóviles con tragos de más.

Si sabes que el alcohol y la selección no andan, entonces, no bebas; y si vas a beber, hazlo para callado, piola, que no te pillen.

O arderás, como lo hiciste.

En esta incansable guerra moral a través de Twitter, me sentí afortunado de leer el siguiente texto:


"Un país que le exige más a un futbolista que a un político, está condenado a la mediocridad".

Y me puse a vomitar en mi mente.

Y me puse a pensar que tal vez nuestros estándares son muy altos, que tal vez deberíamos bajarlos. 

Y luego pensé sobre el por qué a un futbolista le exigimos más.

Y es que no se trata de cualquier futbolista: es un seleccionado. Un guerrero de nuestra roja, uno de los órganos más representativos de la nación chilena. 

Más que el territorio, sus leyes, su Constitución, sus instituciones, su Congreso. Más que su democracia.

Y lamento ensuciar lo bello de la Selección con lo turbio de la política. Pero tengo un punto que quiero desarrollar.

Nuestra Selección se compone de algo más que futbolistas. Algo más que deportistas profesionales y de alto rendimiento. Más que grandes y talentosos jugadores. 

Son guerreros, luchadores, entregados por un ideal de patria unida. Ahí encontramos un punto de unidad: hay colocolinos, azules, cruzados, wanderinos, loínos... Son lo más cercano a una representación resumida de la nación, y a través de ella, podemos sentir el orgullo de ser chilenos. Esto ya todos lo saben.

Y esto tal vez no es un problema, sino sólo para mí. Pero sin dudas, son estos grandes patriotas quienes reflejan toda la potencia de la idea de patria; la proyección de nuestro ego y nuestros sueños frustrados como pueblo: millonarios, cosmopolitas a pesar de la caricatura provinciana y popular, con autos de ensueño. 

Recuerdo también una gran película: una comedia sobre el fútbol y el kung fu. El entrenador, un otrora gran promesa, le dice al protagonista: "El Fútbol es una guerra". Y eso es bastante plausible en nuestra vida real. Por eso existen clásicos y archirrivales. Y por eso la selección se transforma en un cuerpo armado. (absolutamente los deportes competitivos son una eufemización de conflictos sociales).

Por si acaso, este texto no tiene conclusión. A Arturo Vidal ya lo perdonaron casi todos. A través de Matrix aprendí que toda acción tiene reacción. Todas nuestras decisiones tienen consecuencias y éstas están por verse, para bien o para mal.

Este texto, en realidad, tiene un resumen: Este país de mierda sigue militarizado. Por eso los carabineros sacan la cara por nuestras instituciones. Por eso las fechas más importantes de nuestro calendario siguen siendo el 21 de mayo y el 19 de septiembre. Por eso ante la protesta social, algunos piden militares a la calle. Por eso concebimos a la Selección como un ejército. Por eso es que finalmente, le exigimos más a los futbolistas, nuestros verdaderos representantes. 









martes, 2 de junio de 2015

El Estado Terrorista me ganó


El Estado Terrorista me ganó.

El Estado terrorista infunde miedo a través de sus prácticas cobardes e impunes.

El Estado terrorista me atemorizó lo suficiente como para acatar su orden.

El Estado terrorista me ha amenazado mucho tiempo. No tuve más remedio que someterme

El Estado terrorista me inscribió en la lista de sus hijos normales. Pero me amenaza con borrarme si dejo de obedecer.

El Estado terrorista me dice: "No tienes derecho a sentirte bien sino haces lo que te digo"

El Estado terrorista me ha obligado a soportar horrorosos dolores de espalda y rodilla. Por ser pobre, e independiente, no tengo forma de acudir a los curanderos locales. Antes debo doblar mi bolsillo e inclinarme a sucios dioses de papel y cobre que imponen a la fuerza sus sanguijuelas en mi cuello.

El Estado terrorista me fuerza a regalar el fruto de mi trabajo a esas oscuras sectas: agujeros sin fondo, pútridas y hambrientas. Me quiere dentro de la cueva de Alí y sus cuarenta. Quiere que yo también justifique su cobardía y su impunidad.

Hoy me rendí. Entregué dinero a una Afp. Por fin podré ver un médico que me ayude con este maldito dolor de espalda.

El Estado terrorista amenazó mi bienestar. Me violentó con su ley. Me obliga a rendir tributo y pleitesía a una Afp para poder gozar de un poco de salud, la que además también debo pagar.

No tendría problemas en pagar, con un vago sentido de colaboración, por el sistema de salud público. El problema está en que he justificado con mi acción, basada en el miedo, la alianza mercantil del Estado Terrorista con desconocidos grupos de acumulación de la riqueza. Alianza que disfrazan de necesaria, adecuada, e incluso beneficiosa para mí.

¿Qué pasaría si mañana me accidento? ¿O si me muerde un perro con rabia? ¿O si el hijo de un congresista me atropella?  ¿O si me apuñalan por unas chauchas? ¿O si me pega el guanaco? ¿Cómo podría pagar un tratamiento, si estoy "fuera" del "sistema"? ¿Y si le sumo una precariedad laboral absoluta, al menos en mi caso? Terrorismo es el conjunto de aquellas acciones destinadas a infundir temor en la población. Hoy demostré que temo por mi vida. Temo por mi espalda. Por mi integridad física. Ese temor no proviene de mí. Proviene de la amenaza del Estado Terrorista. "Si no das tu plata a la "Administradora", morirás sin remedio".

Hoy me volví un poco más normal. Hoy estoy un paso más cerca de las expectativas de mi sociedad occidental.  Hoy veo con un estúpido optimismo el fin al dolor de espalda. Soy un poco más "alguien".

Maldición. También un poco más cobarde. Un poco más absorbido por el miedo que el Estado Terrorista me infunde. Espero valga la pena.