jueves, 28 de mayo de 2009

MASAS Y JAURÍAS

¿Han intentado hablar con alguien o escuchar algo con un ambiente cruzado de ladridos de perros? Muchas veces estos seres tan simpáticos, nuestros amigos, se vuelven odiosos cuando no dejan escuchar ni hablar. Es difícil intentar cruzar más de dos palabras con el cartero o el lechero cuando alrededor una sonajera bastante desagradable que impide el diálogo y la conversación amistosa, sino por lo menos respetuosa.


Basándome en esta analogía quiero hacer la siguiente crítica. Como estudiante universitario me he visto interesado en las movilizaciones estudiantiles y en las discusiones y debates que se dan en torno al tema de la educación. Asisto con regularidad a las asambleas de carrera y universidad. Pero desde que entré en la U y, a nivel de asambleas de universidad he visto cosas desagradables. He intentado escuchar ideas, debates y puntos de vista bastante distintos para formarme una perspectiva crítica en función de la realidad y la percepción de distintos sectores políticos. He intentado, porque la mayoría de las veces me he visto sobrepasado por esas jaurías furiosas que impiden el diálogo respetuoso. He odiado a estos ‘compañeros’ que en realidad son bastante hostiles cuando las ideas enunciadas son distintas a las suyas. He tratado de comprender esta falta de respeto, esos gritos, garabatos y las conductas en general conflictivas y nulas para lograr convencer a través de argumentos válidos.

He reflexionado y he llegado a algunas conclusiones: una de ellas, es que aquellos compañeros y compañeras que se restan de las asambleas y reuniones de este tipo no van porque quizá no tienen el vozarrón para gritar más fuerte que los ladridos ambientales. Porque en su afán quizás como el mío, de ir y auto conformarse una perspectiva crítica en torno a los temas de educación y otros planteados en las asambleas, no han podido lograrlo: las voces a veces se vuelven imperceptibles en medio del ruido.


Esta última semana de mayo se vivieron dos situaciones que motivan este escrito. Una asamblea de universidad, el miércoles 27, en la cual algunos compañeros, de conocida tendencia política son abucheados, intimidados e insultados con el fin de que su opinión no se escuche. Ahora bien, más allá de que podamos o no estar de acuerdo con las tendencias o partidismos de nuestros compañeros, ¿Eso nos da derecho para enmudecerlo con nuestros gritos? Porque nos podemos restar de considerar tal o cual opinión por cualquier motivo, pero no podemos simplemente acallar la voz de uno de nuestros compañeros porque sea distinto que nosotros. ¿Acaso no abogamos por la igualdad? ¿Es que no es posible la comunión con personalidades y personas distintas a nosotros? Porque al fin y al cabo, todos buscamos el mismo interés como estudiantes, por distintos que sean las percepciones del camino correcto. Un insulto a esos compañeros distintos, equivale a un insulto a toda la comunidad estudiantil que busca entendimiento, diálogo y fuerza para aunar y movilizar un cuerpo dormido por causa de los pocos que quieren hacer las cosas como ellos quieren sin considerar la opinión de los demás.


El jueves 28 se vivió una situación similar. El aún pre-candidato socialista independiente Marco Enríquez-Ominami, vino a la U de Concepción a presentar una ponencia y abrir un diálogo. Pero ciertas personas, de probable orientación política conocida, de pronto, comenzaron a ladrar y a impedir un diálogo sano. Los gritos anónimos, escondidos entre los demás, nos recuerdan que las capuchas están en todos lados. Por más legítimo que sea el manifestar el descontento, la rabia y la ira, por más legítimo que sea ser anarquista o anti-partidista, Una cosa es hacer eso y Otra muy distinta es imponer por la fuerza de los gritos – o de los ladridos – una idea sin argumento, reflexión o entendimiento. Estos compañeros al parecer no querían entrar en diálogo, quizá, porque como buenos fascistas no lo conocen de otra forma. Esa es una buena conclusión: COMBATEN EL FASCISMO CON FASCISMO.


Lo peor de todo, es que esas jaurías hacen caer a toda la masa de personas presentes cuando llega la hora de hacer balances y de criminalizar cualquier movimiento estudiantil. Su imposibilidad de llegar o de entablar siquiera un diálogo respetuoso con personas distintas los hace blanco fácil para comenzar a desarticular por medio de los discursos un movimiento social.


Otra consideración: mientras más perros ladrando, más difícil es el diálogo. Mientras más masa influencie con sus gritos, más mala será la masa. Masas y Jaurías son una combinación fatal para el diálogo y la política. Mucho se ha criticado al sistema político y es cierto que ha entrado en periodo de crisis. También es cierto que somos los jóvenes los llamados a renovar la política y el sistema actual. Pero, ¿Seremos capaces, luego de papelones como los que veo asamblea tras asamblea? Sino buscamos realmente un entendimiento, basado en diálogo y argumentos, en verdadera democracia que no considere mayoría absoluta sólo a un 50+1, sino que respete las minorías y las mayorías relativas (como el 49 restante).


Busquemos el respeto, compañeros.

viernes, 22 de mayo de 2009

A PROPOSITO DE HIPOCRESIA

El siguiente video muy conocido denuncia un suceso criminal hecho por el presidente de una nación. Lo impactante es el nivel de la denuncia. Vean una síntesis del video a continuación, pues de ser verdad, sería el primer caso de este tipo - aunque en realidad supongo que en muchas naciones hay personas del tipo corrupto-criminal -. Pero si es mentira, es una tremenda muestra de hipocresía, una enfermedad: la víctima (quien hace el video) estaría escondiendo algo, haciendo esta declaración...

martes, 12 de mayo de 2009

Principios de la vida social: EL ARQUETIPO DE TESPIS

Hace un tiempo atrás, mirándome al espejo, moví la cabeza en sentido horizontal y me dije: 'eres igual de hipócrita que los demás'!!!

Siempre he criticado esa cualidad individual que a ciertas personas los hace ver como verdaderos caraduras. En más o menos grado, he odiado por mucho tiempo esa fea característica, esa inconcecuencia entre el decir, sentir, pensar y hacer. Critiqué a mis padres cada vez que, estando en malos momentos familiares, recibiamos con sonrisas, como una familia perfecta, a las visitas. Realmente me molestaba ese aire de mentir y figurar delante de <otros>. Y a muchas personas, políticos, periodistas, etcétera; alegaba con la televisión por los seres oscuros e hipócritas que me mostraba, personas que no hacían lo que decían o pensaban. Ese deseo de figurar, de ocultarnos bajo máscaras que impidan mostrarnos como realmente somos.

Cuando me di cuenta de que la mayoría de las veces yo también he sido - y soy aún - hipócrita, entré en crisis existencial y me puse a reflexionar en esta especie de valor social. Social, pues, involucra a otros siempre. No podemos escapar: la hipocresía es parte de las relaciones sociales y una característica muy humana por lo demás. Desde el principio, desde que Adán muy hipócritamente le dijo a Dios: 'la mujer que me diste me hizo comer del fruto del árbol', evitando así su responsabilidad individual, ocultando sus propias falencias, procurando quedar bien parado delante del Creador, etc.: desde ese entonces, la hipocresía nos acompaña en nuestras relaciones, en nuestras sociedades, culturas y en el seno de nuestra individualidad, muy pocas veces evitándola con nosotros mismos.

Entonces me puse a pensar y encontré que si es que este valor es, necesariamente, histórico y esencial en las relaciones sociales, no es intrínsecamente malo o perverso. En realidad, es todo lo contrario - en dósis pequeñas y sanas y no patólogicas ni enfermizas -; la hipocresía ha permitido la construcción de sociedades, de alianzas y obviamente culturas. Este valor social, amalgamado con otros tipos de valores humanos de muy diversos tipos, permite el consenso entre los seres humanos, comportamiento esencial para la construcción de lo ya mencionado (sociedades, etc.). El estar de acuerdo, en efecto, el llegar a consenso, no se podría alcanzar sino fuera porque nos importa llegar a él, teniendo claro que debemos renunciar al orgullo de nuestra razón y a los intereses egoístas individuales, entre otras cosas. Fue gracias a la hipocresía que nació el Estado, que surgieron las monarquías y las dinastías, que nos dejamos dominar por ciertos dilemas, discursos y personas, a pesar de lo que sentimos o pensamos individualmente acerca de todo eso. Sin hipocresía, la historia humana hubiese sido más violenta de lo que hasta ahora ha sido, más sangrienta y menos poblada - en un supuesto bastante radical -.

Ya he dicho que la hipocresía, a nivel social, no trabaja sola. Pero no será en este lugar que escribiré acerca de otros valores que hacen funcionar la sociedad. Ahora quiero referirme al título escogido para este comentario. lo de 'principios de la vida social' está claro. Pero al decir 'EL ARQUETIPO DE TESPIS' estoy refiriendome a un simbolismo concreto. Un arquetipo es un símbolo que refiere ciertos comportamientos, usos, costumbres, etc. (a grandes rasgos, para más información, lean a Carl Gustav Jung). Tespis fue un actor y poeta griego que usó según la historia, por primera vez la máscara como elemento dramático en las tragedias (teatros griegos). Entonces, lo uso como símbolo para describir este elemento que justamente nos permite desenvolvernos como actores en el teatro social. La hipocresía se entiende mejor como las máscaras y caretas que usamos frente a los demás para encubrir nuestros defectos, la depresión, las crisis, los problemas, la pobreza, la riqueza, en fín, un sinnumero de dramas, problemas, beneficios, etc., que a nuestros ojos no corresponde que los demás se enteren, ya sea por tabúes sociales, discrepancias morales o simple desconfianza.

La importancia de tener en cuenta esta noción de hipocresía es transformar el discurso para considerarla como un valor que permite relaciones sociales sanas. Por supuesto, que en dósis bajas: la adicción a la hipocresía es una patología que es muy difícil de curar. Otra cosa importante, es intentar dejar la hipocresía cuando nos enfrentamos a nosotros mismos. Porque no es necesaria, y porque si la usamos como escudo de nosotros mismos, la consecuencia más segura es convertirnos en caras duras, corruptos y en seres vacíos y llenos de vanidad, lo que obviamente no es sano.