martes, 17 de abril de 2012

¿Y qué es Cultura? Aproximaciones personales a la definición del concepto cultura.













-- Abstract--
El siguiente ensayo intenta establecer en nuestro debate antropológico la pregunta acerca de nuestras definiciones sobre Cultura, quizás, el concepto más importante para la Antropología. No es un texto que intente responder a la pregunta, sino más bien, busca explorar ciertos 'límites' y posturas que permitan ir delimitando el concepto, con el fin de interpelarnos y facilitar una postura crítica ante los pocos antecedentes que puedo detallar dado el contexto de publicación. Sin duda lo más importante de ponernos a pensar en una definición - personal - sobre cultura, es que ella (la definición) nos da un punto de partida, transparentando posiciones y perspectivas DESDE la cual podemos enfrentar investigaciones y exponer un pensamiento crítico.
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Cuántas veces un antropólogo se enfrenta, entre sus reuniones o encuentros sociales, con las típicas y odiosas preguntas: ¿Qué es la Antropología? o la siempre difícil de responder ¿qué hace un antropólogo? y peor, ¿Dónde trabaja el antropólogo? En fin. Las preguntas no acaban, y los autocuestionamientos, las reflexiones posteriores acerca del 'qué contestaré para la próxima', se vuelven insoportables hasta el punto de que cada vez que te enfrentas a las preguntas, respondes lo primero que se te viene a la mente (como diría el afamado antropólogo chileno, Rodrigo Herrera). Y nunca más vuelves a responder de la misma manera, porque se te olvida.
No es R. Herrera... es Levi-Strauss!!!
Pero más allá de estas situaciones sociales, que tienen que ver con nuestra 'oscura (desconocida)' labor, hay otras preguntas que cada cierto tiempo atacan, y que tienen que ver con un fondo académico, teórico y profesional. Tiene que ver con las definiciones y/o nociones acerca de los conceptos claves que la antropología entrega, pero que debido a la multitud de teóricos, escuelas, tradiciones académicas, tendencias teóricas e interdisciplinarias, terminan difuminando el contenido, por lo que al mismo tiempo, terminan difuminando al antropólogo o a la antropóloga.

En este caso, uno de los conceptos fundamentales para la antropología es 'CULTURA'. Y no es fácil explicarla, ni menos definirla. "Hace décadas que quienes estudian la cultura experimentan el vértigo de las impresiciones. Ya en 1952 dos antropólogos, Alfred Kroeber y Clyde K. Klukhohn, recolectaron en un libro célebre  casi 300 maneras de definirla. Melvin J. Lasky, que evidentemente desconocía esa obra, publicó en The Republic of Letters, en 2001, un avance de un libro en preparación para el cual dice haber recogido en diarios alemanes, ingleses y estadounidenses, 57 usos distintos del término cultura..." (García Canclini. 2004: 29). Esta cita da cuenta de que el problema no es actual - por suerte - sino histórico, quizás incluso crónico en la Antropología.



Y aunque tal vez muchas de nosotras y/o muchos de nosotros podamos reivindicar la ultra relatividad del concepto y la no-necesidad de consensuar una definición, creo que lo importante es poder llegar a ciertos lineamientos, por supuesto que no definitivos para la disciplina, sino en términos subjetivamente personales. En este sentido, el contenido específico que cada quién le dará siempre será plausible y subjetivo; aún así, creo que podemos llegar a definir ciertos aspectos que podríamos llamar 'externos' de lo que es la cultura. Dicho de otra manera: es más fácil llegar a un consenso de lo que no-es cultura.

Así, lo primero que podríamos decir es que "...la cultura no es lo que se obtiene estudiando a Shakespiere, escuchando música clásica o asistiendo a clases de historia del arte..." (Harris, 2000: 17), pese a que este es el uso más frecuente cotidianamente, lo que hace que una definición cercana a 'arte y educación' posea cierta 'validez' (García Canclini: 2004). Por otra parte, estoy seguro en la coincidencia más o menos general en lo que respecta a la abstracción de la cultura. Es decir, aquel 'todo complejo' a lo que nos referimos con cultura, no existe sino gracias a una serie de planteamientos abstractos y artificiales - aunque lógicos, plausibles y cognoscibles - procesados "a partir de los datos de la observación de sus partes..." (íbid. 51). Exactamente, nadie ha visto jamás "una sociedad, una cultura o un sistema sociocultural como un todo" (ídem). "La cultura es una serie de abstracciones emanadas de la manipulación lógico-empírica de datos recogidos a partir del estudio de hombres y mujeres aislados, históricos y específicos" (Harris 1964:172, En: Harris, op.Cit. 52).

Y yendo un poco más lejos podemos afirmar, independiente de una definición específica personal, la gran complejidad del concepto, o al menos, afirmar que como antropólogos y antropólogas nos hemos especializado en complejizarlo.

Hay otros elementos que también contribuyen a delimitar el concepto. Estos dicen relación con otros conceptos que nutren el contenido específico que cada cual le quiere dar a su personal definición. Estos otros conceptos pueden resumirse mediante la palabra 'CONTEXTO': una de las palabras más útiles para llegar a una mejor comprensión de 'cultura', el cual es por supuesto, siempre relativo.

El contexto es siempre necesario e imprescindible a la hora de definir cualquier concepto que sea complejo y relativo, tal como cultura. Si el contexto refiere a grupos o colectivos actuales cuyas relaciones podrían definirse como interculturales, hay ciertas definiciones que son más pertinentes que otras para entender o explicar tal contexto. No así si es que queremos explicar un contexto más específico, de algún grupo étnico, pueblo indígena, pasado o presente, para lo cual suelen utilizarse definiciones de tipo más descriptivas y sustanciales. Lo que sí hay que tener claro, es que cuando hablamos de contextualizar la definición suele ir dotada de cierta 'operatividad'.

Pero hay otros muchos elementos que deberíamos tener en cuenta a la hora de elaborar alguna definición - nunca definitiva, insisto - de cultura. Esta debería ser capaz de narrar la diversidad humana, de explicar la complejidad de sus relaciones sociales, de dar cuenta sobre el lugar de las materialidades y de los discursos dentro de las expectativas e interpretaciones locales. Una generalización que nos aproxime a entender aquella "condición esencial de la existencia humana" (Geertz: 1973)

Es que cultura hace referencia a dinámicas y relaciones humanas, y como tales, estas siempre estarán sujetas a millares de circunstancias y condiciones distintas, objetivas y subjetivas. Es posible aplicar una misma definición a múltiples casos, pero a mi parecer, lo importante es guardar cierta flexibilidad en él y cierta honestidad: como ya lo he dicho, la cultura es una abstracción y por lo tanto, un modelo plausible e imperfecto; en tanto tal, siempre vale hacerse la pregunta ¿Cómo considerarla?

Y así, el cómo ha de considerarse ese 'factor' divergente y variable entre los seres humanos - la única 'especie' que, sin temor a equivocarme, posee dicho factor - ha generado un sinfín de definiciones. Siempre a través de un filtro comparativo etnocentrista, las descripciones burdas y discriminatorias fueron los primeros intentos de etnografiar la diversidad. Pero no fue sino hasta que el pensamiento occidental se sistematizó, que se intentó dar una definición que permitiese entender esa diversidad. Surgen definiciones englobadoras y generalizantes que la entendían como el 'todo complejo' - la más clásica de las definiciones. De ahí, por crítica o egocentrismo intelectual, las escuelas variaron en sus definiciones, destacando aspectos simbólicos, ideacionales y/o mentales de la cultura, contrastando con definiciones más materialistas y comportamentales. Y esas que integran en el concepto un sin fin de elementos, relaciones y materialidades - exactamente como las clásicas - contrastan con aquellas que la hacen más específicas, circunscribiéndolas a procesos de significación de aquellos elementos, relaciones y materialidades. Por supuesto, hay que sumar aquellas definiciones que sinonimizan 'cultura' con pueblo, nación o etnia.

Otras corrientes más postmodernistas sugieren que la cultura se entiende mediante la comprensión y análisis de 'lo cultural', y esto sería "...como una zona de atravesamientos entre discurso, significación, identidades, poder, hegemonía, subjetividad e imaginarios que permite ... fortalecer aperturas - académicas y extraacadémicas - hacia nuevos objetos y sujetos en construcción (varios de ellos marginalizados por las disciplinas tradicionales)..." (Richard, N. 2010: 12). La cultura y su definición abstracta, está empantanada, finalmente, entre diversos análisis, perspectivas, nociones, herencias intelectuales, y otros etcéteras diversos y complejos.

Así, 'Lo cultural', llega a transformarse, en corrientes teóricas como el postestructuralismo o en los estudios culturales, como la forma a través de la cual abordar a la cultura. El texto compilado y editado por Nelly Richard sobre estudios culturales, en repetidas ocasiones se refiere, tanto a la cultura como a lo cultural, como un espacio de tensiones entre el "poder, representaciones, valores y significaciones" (81), o entre "lo político, lo económico y lo simbólico" (84).
 

Ante esto, ¿qué es lo más importante? ¿a qué darle preponderancia? ¿al sentido de 'espacio'? ¿o quizás, a lo que se produce dentro de él? o aún, ¿a aquello que se produce a partir de lo que sucede ahí?

Yo me inclino personalmente por la idea de la producción - de lo que se produce - a partir del proceso cultural, y este pensado en tanto "tráfico... de símbolos significativos... cualquier cosa... usada para imponer significación a la experiencia". En este sentido, siguiendo preferentemente a N. García Canclini, en el marco teórico de mi trabajo de tesis, escogí como definición 'guía' del concepto cultura como "el conjunto de los procesos sociales de significación o, de un modo más complejo, la cultura abarca el conjunto de procesos sociales de producción, circulación y consumo de la significación en la vida social" (2004: 34). Una definición así se mueve en un mundo globalizado, en la que las viejas y tradicionales prácticas religiosas, económicas, políticas, etc., se transforman y se reapropian por las sociedades, siendo estas reapropiaciones y transformaciones las nuevas fuentes de diversidad social.

Pero más allá de esta particular opción personal sobre cómo pensar y abordar la cultura, lo que quiero resaltar es la importancia de ponernos a pensar en una definición personal acerca de este y otros conceptos. Una definición nos da UN PUNTO DE PARTIDA, transparentando posiciones y perspectivas DESDE la cual enfrentamos eventuales investigaciones.


Referencias:

García Canclini, Néstor. 2004. Diferentes, Desiguales, Desconectados. Gedisa, Barcelona
Harris, Marvin. 2000. Teorías de la Cultura en la Era Posmoderna.
Richard, Nelly (editora). 2010. En Torno a los Estudios Culturales. U. Arcis, Chile
Geertz, Clifford. 1974. La interpretación de las culturas. Gedisa. Barcelona.


lunes, 9 de abril de 2012

La micro como espacio público sin reglas


¿Quién no ha sido víctima en nuestro sistema público de transporte de extrañas situaciones, de una anarquía temporal, de olores cuestionables, de ruidos molestos, en fin, de violaciones de espacio?

Es la micro uno de los espacios públicos más comunes por excelencia. De los más transitados, necesarios y casi olvidados por etnógrafos urbanos - o al menos, no conozco demasiada literatura al respecto - más allá de las atrocidades que nos presenta el Transantiago.



Siempre me ha llamado la atención los fenómenos sociales que se producen cotidianamente en el espacio social de la micro. Cada una de las situaciones, desde la más obvia hasta las más sorprendente, pasando por lo burdo, lo estresante, lo político, lo artístico, lo ilegal, etc.

Hace poco, me tocó compartir tal espacio con un grupo de aproximadamente 9 pingüinos - es decir, liceanos - que subieron en Talcahuano y se dirigían a Concepción, hacia la marcha del 15 de marzo, por lo que les oí decir. Eran estudiantes de liceo público.


Como suele suceder, grupos demasiado grandes de este tipo de amigos  es sinónimo de alto grado de ruido, risotadas, reggetón estridente, piropos y garabatos. De todas maneras, depende siempre del 'tipo': en el caso que describo, los jóvenes pingüinos de liceos públicos siempre estarán aliados a ese determinado tipo de comportamiento dentro de la micro, pese a que reconozco que es un supuesto basado en una generalización esteriotipada. Pero el caso que describo, sí es reflejo fiel de ese 'supuesto'.

Y paso a describir el comportamiento en líneas generales. Se agrupan en la parte de atrás de la micro - si, como buenos estudiantes, o más bien, como acostumbran a hacer los estudiantes en general - y aunque muchos prefieren quedarse de pie, no se desprecian los asientos más ocultos de los extremos. Extrañamente, estos muchachos (todos de sexo masculino) llevaban consigo un peluche de Elmo (el de los muppets), por el cual articularon muchas de sus bromas, la mayoría de doble sentido, aunque algunas bastante explícitas. Este es apunte importante: algunos lo llaman picardía, otros, ordinariez.


Desde el análisis del contexto, prefiero utilizar la categoría de ordinariez, pensando en que la micro como espacio público, privilegia - o más bien, facilita - otro tipo de reglas sociales, como el anonimato, la cortesía, y la reserva (como cualquier otro espacio público en realidad, desde la perspectiva de la teoría urbana). La ordinariez suena en este contexto, como antítesis, como la subversión de las reglas generales. Puede que a muchos las tallas y bromas que se lanzan nos produzcan risa, pero dado a la incomodidad y al rol que jugamos como pasajeros minoritarios (frente al grupo ruidoso), preferimos omitir o reprimir la risotada, ignorando al grupo a través de las tácticas habituales: dormir, mirar por la ventana, leer, ponerse audífonos, etc.

Es la ordinariez uno de los factores de comportamiento que contribuyen a una sensación general - pero reprimida a la vez - de violación del espacio público micrero. A ella, se unen las molestas ruidosas carcajadas, los disruptivos garabatos 'de mala educación', el reggetón o la música wachiturra característicamente 'flaite', y los piropos típicamente machistas y referidos exclusivamente a lo sexual. Ni hablar de los olores adolescentes: el típico sudor pegado, olores a 'crecimiento', a educación física, etc.

Sin embargo, nadie fue capaz de encarar a los cabros, de decirles que no griten tanto, que no vociferen sus garabatos, o que demuestren educación. Esta situación, más que demostrar falta de carácter o de valor, muestra que la mayoría de los pasajeros solitarios (que contrastan con estos pasajeros en grupo), nos aferramos a nuestro rol como anónimos y desconocidos, y nos apegamos irrestrictamente a las reglas culturales y sociales que se suponen obvias y claras dentro de la micro.


No es que los jóvenes pingüinos no conozcan las reglas, o que no las entiendan. Se trata del contexto grupal que les permite un alto grado de subversión de las mismas.

La reserva y la normalidad del espacio volvió una vez que los cabros se bajaron, en O'higgins con Maipú. El silencio fue total, un quiebre hacia lo típico fue evidente. Los motores y el tráfico volvieron a sonar para los pasajeros anónimos. La violación había terminado. Afortunadamente.