domingo, 31 de mayo de 2015

Asamblea Constituyente: Respuestas a S. Soto y J. Charney.

Asamblea Constituyente: respuestas a Soto y Charney.


Contexto:



He leído recientemente un diálogo abierto entre los profesores de derecho Sebastián Soto y John Charney, quienes debaten sobre posibles trampas bajo la consigna AC. Hay dos preguntas que parecen ser inquietantes para Soto, y que Charney busca responder, aunque no adecuadamente para mí. Luego, hay otra columna de respuesta desde Soto.

Para comenzar debo decir que soy partidario desde hace mucho de una AC. Desde que estaba en tercero medio aproximadamente, año 2004, creía intuir que el problema de Chile era constitucional y que ese cambio debía solucionar gran parte de nuestras problemáticas sociales. En ese tiempo era un pensamiento aislado, sin ninguna inscripción a ningún tipo de ideología clara o partido político, si bien siempre tendí a lo que se conoce como centro izquierda. Hoy milito en el Partido Progresista

Dicho eso como presentación, hay una cosa que concedo a Sebastián Soto: la izquierda suele tener pensamientos utópicos; pero lo que es peor, es que esas utopías son pensadas ausentes de complejizaciones. Es decir, y tal como dice Soto, “sus partidarios la presentan como un ejercicio deliberativo sin contratiempos en el que todos concurriríamos pacíficamente a expresarnos en libertad”. Construir una AC será un ejercicio complejo si llega a darse, ya que, si es como la proponemos, debería ser representativa en extenso. Y Chile es demasiado diverso en muchos sentidos, y no hay razón para impedir que minorías legítimas sean parte de esta Asamblea, siendo ello fuente de conflictos y debates que, eventualmente, impidan alcanzar acuerdos que a mí, como ciudadano adscrito a la izquierda, me gustaría alcanzar.

Esta afirmación, es el primer abordaje ante la pregunta  del sistema electoral de los representantes constituyentes. Para integrar la diversidad, me parece que deben asegurarse cuotas de participación por género, pueblos originarios, juventud, adultos mayores. Pero más importante, una cuota mayoritaria para ciudadanos sin militancia política, ya que esta característica es transversal. Según datos de una nota de emol.com, hasta 2012 sólo poco más del 5% de la población chilena militaba en un partido político. Esto deriva en que la fórmula para escoger al cuerpo de una AC debe ser proporcional.  

El problema es que tanto Soto como Charney, asumen que los sistemas propuestos (proporcional, mayoritario) conocidos como son hasta hoy en día son adecuados. No podemos volver a lo que fue el binominal; tampoco creo que un sistema de listas sirva. En definitiva, hay que buscar otra cosa. Otro sistema que cumpla con el requisito de la representación, sin caer en la anulación de las mayorías reales.

Cabe recordar que esta Asamblea debe tener muchas otras restricciones, en la búsqueda de ser legítima y representativa. Ya que se ha criticado la forma de construcción de la actual Constitución, la AC no puede convertirse en una extensión de la élite política y económica. Tiene que surgir de ciudadanos limpios sin intereses particulares. Ningún representante en esta Asamblea debería poder ser candidato a ningún cargo de elección popular en el futuro, incluyendo espacios de representación en gremios o sindicatos. Esto disminuye la tentación de poder que pueda surgir en un representante de la AC, asegurando una mayor legitimidad ética.

Respecto al funcionamiento del Congreso, hay que apuntar que no es necesario esperar una situación de crisis extrema, de guerra civil o de grave corrupción generalizada para recrear las reglas democráticas. En Chile lamentablemente es característico que ocurran reacciones ejecutivas y legislativas ante tragedias: se espera que pase algo grave para actuar. Esto deriva en leyes ambiguas con muchas falencias.

En otras palabras, el Congreso puede funcionar en paralelo. No es la idea entregar al país a un órgano todopoderoso, sea este ejecutivo o constituyente, como la última vez en donde un solo órgano gobernaba y legislaba. La única situación en contra de esto es el costo económico que puede surgir al costear una asamblea legislativa y una asamblea constituyente. Por esto, el tiempo de funcionamiento de la AC debe ser limitado.

Se equivoca Soto al asumir que el Congreso es el espacio adecuado para reformular la Constitución y las reglas democráticas. Actualmente, éste no representa ni a la mitad de la población en edad de votar. Su nivel de representación de mujeres y pueblos originarios es bajísima, y el cuestionamiento ético que tiene es a todas luces profundo. La única manera de fortalecerlo (como solicita Soto) es transformándolo en un nuevo espacio democrático, bajo nuevas reglas y bajo nuevos parámetros éticos, originados bajo un nuevo marco constitucional. A muchos millares no nos interesa que quienes han estado por más de 20 años en los sillones del parlamento se perpetúen y consigan apoderarse de la nueva Constitución; la AC se pide precisamente como espacio de participación para quienes han tenido pocas instancias de expresión y, lo que es más profundo, de decisión.  

Finalmente, no hay razón para creer que la AC, por tener el sólo nombre la hace especial y excepcionalmente más democrática que otro mecanismo. Pero tampoco hay razón para creer que una AC no pueda ser una vía institucional. Ante todo, son las reglas y las condiciones que se le impriman a la AC las que la harán diferente: legítima y representativa. Y lamentablemente (a mi parecer) ninguna regla hará del actual Congreso legítimo y representativo para construir una nueva Constitución. 

miércoles, 20 de mayo de 2015

Chao al 21 de mayo



¿21 de mayo?


El día de las glorias navales es extrañamente simbolizado a través de una derrota. Esto me hace preguntarme sobre el legado de Prat en el día de hoy. ¿Qué es lo que se nos ha enseñado? ¿Cuál es el valor que se reproduce cada 21 de mayo? ¿Patria? ¿Heroísmo? ¿Locura? ¿La mejor de las derrotas?


La batalla naval de Iquique es parte de la aventura bélica del pacífico, guerra que nos enfrentó por segunda vez a Perú y Bolivia; esta vez, disfrazando de patriotismo la manipulación transnacional de ingleses y norteamericanos sobre el salitre. Quienes disfrutan echando en cara su fanatismo nacional alegarán que la guerra fue provocada por bolivianos, que insultaron a Chile, que querían robarnos, que ganamos la guerra, etc., y que yo, soy un vende patria, traidor, etc.


Sin embargo, mi punto es que en realidad no hay mucho que celebrar ni conmemorar. Menos para hacer feriado de este día.

Ni como valor patrio ni como gloria naval.


El fanatismo ciego llevó a Prat a sacrificar a un grupo de marineros sin ninguna posibilidad de nada. Yo comparto las palabras de Sócrates, cuando dice “preferir la muerte que la esclavitud”, pero lamentablemente en el caso de la famosa guerra del pacífico, había solo intereses comerciales en juego. Miles de chilenos, peruanos y bolivianos muertos por el control de los recursos que beneficiaban a sólo unos pocos. En Chile, cuando surgió un presidente que buscaba aprovechar bien la riqueza mineral del salitre, terminó en medio de una guerra civil que fue apoyada por la misma armada que pintamos tan patriótica. El salitre siguió beneficiando a unos pocos, y esos pocos continuaron usando a los militares cuando, por ejemplo, hicieron masacrar a los obreros huelguistas en la Escuela Santa María… ¿de dónde? De Iquique, del mismo lugar en donde se inscribe la gesta de los esmeraldianos.



¿Cuándo será el día que cambiemos este feriado? Propongo, por nombrar algunos, el 7 de abril, fecha de nacimiento de Gabriela Mistral; o el 12 de julio, nacimiento de Pablo Neruda; y qué tal el 10 de diciembre, fecha que conmemora la entrega de los Nobeles a ambos, en 1945 y en 1971. Esos son verdaderos triunfos. Ahí hay verdadero patriotismo. Dejemos a Prat en los billetes azules y olvidémonos del 21 de mayo.

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