Asamblea Constituyente: respuestas a Soto y Charney.
Contexto:
2. http://www.elmostrador.cl/opinion/2015/05/15/no-hay-trampa-en-la-asamblea-constituyente/
3. http://www.elmostrador.cl/opinion/2015/05/29/la-trampa-de-la-asamblea-constituyente/
3. http://www.elmostrador.cl/opinion/2015/05/29/la-trampa-de-la-asamblea-constituyente/
He leído recientemente un diálogo abierto entre los
profesores de derecho Sebastián Soto y John Charney, quienes debaten sobre
posibles trampas bajo la consigna AC. Hay dos preguntas que parecen ser
inquietantes para Soto, y que Charney busca responder, aunque no adecuadamente
para mí. Luego, hay otra columna de respuesta desde Soto.
Para comenzar debo decir que soy partidario desde hace mucho
de una AC. Desde que estaba en tercero medio aproximadamente, año 2004, creía
intuir que el problema de Chile era constitucional y que ese cambio debía
solucionar gran parte de nuestras problemáticas sociales. En ese tiempo era un pensamiento
aislado, sin ninguna inscripción a ningún tipo de ideología clara o partido político,
si bien siempre tendí a lo que se conoce como centro izquierda. Hoy milito en el Partido Progresista
Dicho eso como presentación, hay una cosa que concedo a
Sebastián Soto: la izquierda suele tener pensamientos utópicos; pero lo que es
peor, es que esas utopías son pensadas ausentes de complejizaciones. Es decir,
y tal como dice Soto, “sus partidarios la presentan como un ejercicio deliberativo sin contratiempos
en el que todos concurriríamos pacíficamente a expresarnos en libertad”.
Construir una AC será un ejercicio complejo si llega a darse, ya que, si es
como la proponemos, debería ser representativa en extenso. Y Chile es demasiado
diverso en muchos sentidos, y no hay razón para impedir que minorías legítimas
sean parte de esta Asamblea, siendo ello fuente de conflictos y debates que,
eventualmente, impidan alcanzar acuerdos que a mí, como ciudadano adscrito a la
izquierda, me gustaría alcanzar.
Esta
afirmación, es el primer abordaje ante la pregunta del sistema electoral de los representantes
constituyentes. Para integrar la diversidad, me parece que deben asegurarse
cuotas de participación por género, pueblos originarios, juventud, adultos
mayores. Pero más importante, una cuota mayoritaria para ciudadanos sin
militancia política, ya que esta característica es transversal. Según datos de
una nota de emol.com, hasta 2012 sólo poco más del 5% de la población chilena
militaba en un partido político. Esto deriva en que la fórmula para escoger al
cuerpo de una AC debe ser proporcional.
El
problema es que tanto Soto como Charney, asumen que los sistemas propuestos
(proporcional, mayoritario) conocidos como son hasta hoy en día son adecuados.
No podemos volver a lo que fue el binominal; tampoco creo que un sistema de
listas sirva. En definitiva, hay que buscar otra cosa. Otro sistema que cumpla
con el requisito de la representación, sin caer en la anulación de las mayorías
reales.
Cabe
recordar que esta Asamblea debe tener muchas otras restricciones, en la búsqueda
de ser legítima y representativa. Ya que se ha criticado la forma de
construcción de la actual Constitución, la AC no puede convertirse en una
extensión de la élite política y económica. Tiene que surgir de ciudadanos
limpios sin intereses particulares. Ningún representante en esta Asamblea
debería poder ser candidato a ningún cargo de elección popular en el futuro,
incluyendo espacios de representación en gremios o sindicatos. Esto disminuye
la tentación de poder que pueda surgir en un representante de la AC, asegurando
una mayor legitimidad ética.
Respecto
al funcionamiento del Congreso, hay que apuntar que no es necesario esperar una
situación de crisis extrema, de guerra civil o de grave corrupción generalizada
para recrear las reglas democráticas. En Chile lamentablemente es
característico que ocurran reacciones ejecutivas y legislativas ante tragedias:
se espera que pase algo grave para actuar. Esto deriva en leyes ambiguas con
muchas falencias.
En
otras palabras, el Congreso puede funcionar en paralelo. No es la idea entregar
al país a un órgano todopoderoso, sea este ejecutivo o constituyente, como la
última vez en donde un solo órgano gobernaba y legislaba. La única situación en
contra de esto es el costo económico que puede surgir al costear una asamblea
legislativa y una asamblea constituyente. Por esto, el tiempo de funcionamiento
de la AC debe ser limitado.
Se
equivoca Soto al asumir que el Congreso es el espacio adecuado para reformular
la Constitución y las reglas democráticas. Actualmente, éste no representa ni a
la mitad de la población en edad de votar. Su nivel de representación de
mujeres y pueblos originarios es bajísima, y el cuestionamiento ético que tiene
es a todas luces profundo. La única manera de fortalecerlo (como solicita Soto)
es transformándolo en un nuevo espacio democrático, bajo nuevas reglas y bajo
nuevos parámetros éticos, originados bajo un nuevo marco constitucional. A
muchos millares no nos interesa que quienes han estado por más de 20 años en
los sillones del parlamento se perpetúen y consigan apoderarse de la nueva Constitución;
la AC se pide precisamente como espacio de participación para quienes han tenido
pocas instancias de expresión y, lo que es más profundo, de decisión.
Finalmente,
no hay razón para creer que la AC, por tener el sólo nombre la hace especial y excepcionalmente
más democrática que otro mecanismo. Pero tampoco hay razón para creer que una
AC no pueda ser una vía institucional. Ante todo, son las reglas y las
condiciones que se le impriman a la AC las que la harán diferente: legítima y
representativa. Y lamentablemente (a mi parecer) ninguna regla hará del actual Congreso
legítimo y representativo para construir una nueva Constitución.