viernes, 10 de febrero de 2012

Oda a un día sin reloj

Un día sin reloj, es un día en total deriva
en un mar de acontecimientos.
Pero sobre todo, a merced del aburrido soplido
de una espera. 
La costumbre de mirarse la muñeca;
o de sacar el celular para revisar una y otra vez
el avance sofocante de los minutos, y del sol.
Es aterrador cuando ya no hay reloj.
La sensación de incertidumbre en su ausencia es similar
al despertar disruptivo en medio de un sueño
que luego ya no puedes atrapar.


El sol avanza. O eso es lo que parece.

La ciencia dice ‘el movimiento de rotación
de la tierra, el día y la noche genera’.
Ha sido la misma ciencia la que segmentó ese tránsito.
Lo hizo numerable, lo hizo existir;
y creó esta máquina, el reloj, 
una verdadera brújula orientadora en un espacio,
el tiempo, que de verdad, es inaprensible.

¿Le podemos dar valor al tiempo?
¿Algo exacto? ¿Medirlo?
El reloj nos hace creer que sí. Pero no.
Lo único que sabemos es que 
es muy valioso, y muy esquivo.
El reloj muestra dominio, muestra poder;
es el símbolo de una razón artificial.
Con él creemos dominar ese enorme monstruo
que es incontrolable, indomable, indescifrable.
Ese monstruo que suele escapársenos toda la vida;
ese que sólo nos deja huellas de incertidumbre
en un desordenado ambiente de desconcierto salvaje.

El reloj es sólo una ilusión. 
La ilusión del poder sobre lo inconmensurable;
la ilusión del control sobre lo incontrolable,
la ilusión de dominio sobre el torbellino de aguas inquietas 
que no nos deja de llevar por rápidos estanques
de circunstancias inexplicables.
Ante nuestros ojos, cada tic-tac
es la muestra ineludible de 
una precipitación hacia un término sin final;
aunque no lo sepamos,
o aunque no lo queramos saber.

Un día sin reloj es entregarse a ese torbellino.
Y es caer en sus tormentas.
Es rendirse ante la sombre horrible 
y aterradora del monstruo que llamamos tiempo.
Un día sin reloj es retornar a la inconsciencia del ser
y a la prehistoria del saber.
Es dejar que el miedo gobierne.
Es perder el control sobre lo que nunca 
en realidad hemos controlado.
Es sentir que te pierdes,
que te olvidas del guión,
que ya no eres ese ser superior
que la modernidad te planteaba ser.

Un día sin reloj es vivir olvidando 
el propósito que sientes tener.
Si no lo tienes, si no te has creado uno,
es una amarga tranquilidad.
El tiempo avanza sin ninguna consideración. 
Un día sin reloj también termina y oscurece. 
Sin tu razón.



** ESTE POEMA TAMBIÉN ESTÁ PRESENTE EN LA OBRA 'CUADERNO ABIERTO' LA CUAL PARTICIPARÁ EN EL CONCURSO DE POESÍA JUVENIL 'ARTHUR RIMBAUD'. TANTO COMO LA OBRA Y EL POEMA, ESTE BLOG ES DE EXCLUSIVA AUTORÍA DE roque atreides. **

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te pareció?