jueves, 23 de febrero de 2012

Crítica a la tele

Hoy (es decir, cuando inicié la columna, la cual terminé el día jueves 23 de febrero), lunes 20 de febrero de 2012, a las 00.30, me pongo a escribir esta columna. He terminado de ver una película llamada "Invasión", con Nicole Kidman - imperdible - que trata sobre una espora alienígena que infecta a medio mundo, pero por supuesto, los gringos divinos nos salvan otra vez con su medicina y tecnología 'superior'.

Pero el tema no es la película, sino la hora. La hora en que en realidad, la mayoría de la programación interesante de la televisión abierta termina. 00.00; 00.30, más o menos. Puesto que el público que la ve no es precisamente el que se levanta más tarde. Es gente que al siguiente día - hábil en general - debe levantarse 05.00, 05.30, 06.00 o 07.00 de la mañana para ir y nuevamente 'producir'. ¿Cuál es la crítica? Pues bueno, la página web de la sociedad chilena de medicina del sueño, y la mayoría de nuestros expertos en salud, indican que un adulto debería dormir en promedio 6 a 8 horas. Por supuesto, este horario es relativo a cada cerebro humano chileno. Sin embargo, es un patrón al que deberíamos poner un poco más de atención, por un problema de salud pública.

Pero la crítica va más bien dirigida hacia el rubro de la televisión. Cuántos son los programas realmente interesantes que son puestos en horario prime (después de las 22 horas, aunque por lo general, después de las 22.30) pero que la gente no ve por sueño o porque en realidad está tan embrutecida con los reality show o con las novelas nocturnas, o con el kike o con salfate, que en realidad no tiene tiempo ni ganas, ni espacio en la mente para interesarse por lo que pasa a su alrededor.

Porque ni siquiera los noticiarios que hoy por hoy ocupan casi hora y media del horario nocturno (desde las 21.00 hrs) son realmente útiles para despertar otro tipo de intereses. Todos tratan de lo mismo, todos se basan preferentemente en la contingencia: en lo actual, en lo reciente. No se relatan procesos, los reportajes que algunos canales realizan a veces son tan interesantes, pero son demasiado misceláneos, tanto que no hay hilación ni coherencia entre ellos. Cero investigación de largo plazo, muy pocas consecuencias directas - cuando la investigación involucra procesos penales - y, además, representan poca amenaza a los grandes delincuentes y saqueadores del país y del planeta. Siempre que hay estafa, engaño o algo así, los delincuentes representan verdaderas 'Pymes', por decirlo de ese modo.

Y así pasan los días, cuando el conflicto en Aysén o por la reconstrucción son ensombrecidos por tragedias y festivales: Los trenes en Buenos Aires caen como anillo al dedo así como el Festival de Viña, con los cuales se silencian todos nuestros conflictos.

La televisión se ha transformado en el carácter hipócrita que nos caracteriza, intentando dar una imagen de 'jaguar' cuando aún somos un gato debilucho y lleno de lagañas en los ojos. Efectivamente es la máquina del diablo, la que se infiltra en la mente de los ingenuos chilenos y la embrutece; aliada de las grandes corporaciones económicas conservadoras y transnacionalizadas del país.

Es por eso que la televisión pública debe ser regulada. Esto, en vías de un cambio cultural. Porque en el corto plazo, la gente seguirá viendo la misma programación y estará despierta hasta la misma hora, durmiendo menos de 5 horas entre el fin del kike y la hora de despertar, sin tener interés en conocer qué es de su país, qué es de sus legisladores, de sus derecho, de su condición de ciudadanos. Aún cuando los canales sigan funcionando por inercia en torno al rating y no en torno al verdadero bien común, colocando en horario prime a 'Mundos Opuestos' o a 'Su nombre es Joaco', en vez de 'Vida', 'Informe Especial', 'La Ruta de Genghis Khan' u otros similares. Pese a que los noticiarios seguirán impresionándonos con sus crónicas rojas, su farándula, su farándula política, su farándula económica, sus goles... pero del lobby transnacional, de los verdaderos responsables de la injusticia social del país, de cómo se venden nuestros recursos: nada de nada... o dentro de un resumen nacional misceláneo... y nada más.

Por tanto, como gran propuesta, es necesario que los noticiarios de la televisión abierta comiencen a las 20.00 horas y se extiendan por no más de una hora. También es necesario que se den incentivos estatales a programación periodística de calidad, y que el canal estatal transmita una sesión semanal de informes legislativos, para que la gente se entere de los movimientos de las cámaras del congreso. Y que todo tipo de programas de 'diversión (no familiar)' se sometan a otro tipo de programación, distinta, ciudadana, y de real interés para el bien público y nacional.

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