viernes, 10 de diciembre de 2010

Poder, Violencia intrafamiliar, Maricones y Superiores

Varios hechos sobrevienen a esta entrada. En primer lugar, la horrorosa suma de femicidios, más de 40 hasta esta fecha, situaciones tipificadas recientemente como delito relacionado con los delitos de violencia intrafamiliar, con su pena propia.

En segundo lugar, la famosa campaña del SERNAM en estas materias, simbolizadas con la frase ‘Maricón es el que le pega a las Mujeres’. Porque claro, por lo general, tenemos la figura del macho como el victimario, ya sea en lo ideal como en lo real, en la mayoría de los casos. En contraparte, tenemos a la mujer, como el símbolo ideal de víctima (cuando digo ideal, hablo de tipo-ideal, según Max Weber, no como alguna especie de principio social o justificando esta realidad).

En tercer lugar, un hecho a todas luces insólito, un hombre de 86 años mata a su pareja de 90, aparentemente por celos (hecho acaecido el día viernes 10 de diciembre).

En cuarto lugar – y esto último, más bien como antecedente – un historia que recordé y que es bueno relatar ahora. Se trata de la situación de una familia de una amiga de una amiga. En esta familia, sucedía que la madre, tenía una posición social más alta que la de su marido, posición social que significaba mayores ingresos que el del padre de familia – por excelencia, ‘el proveedor’. Esto generaba situaciones de tensión familiar, a través de la cual, la madre sacaba en cara, en cada fricción, el tema del mayor aporte a la economía y sobre vivencia del hogar. Por cierto, violencia.

Estos 4 antecedentes, desembocan en esta reflexión: la violencia intrafamiliar es un ejercicio simbólico de poder. Otro más. Como todo tipo de violencia. Los tipos ideales se diluyen, porque estos representan más bien, al menos hoy en día, sólo contingencias de prensa. Porque estoy seguro de que la violencia se ejerce día a día, en distintas situaciones y por distintos actores.

Porque el poder ejercido por el victimario o victimaria, se ancla en diversos elementos, reales y simbólicos a la vez: la fuerza física, la voluntad, lo emocional, lo económico, las pautas culturales por las que nos ceñimos, la educación, las biografías personales, etc. Todo esto, tiene que ver más con elementos subjetivos que objetivos, y están en constante relación de tensión, dependiendo de circunstancias diversas. A su vez, se necesita que tanto víctimas como victimarios respondan asimétricamente a esos elementos, en el sentido de que a cierto actor (como al victimario) se le otorgue una cierta cantidad de poder por poseer determinado elemento, así como que a la víctima se le otorgue la cantidad de poder inversa por no poseerlo.

El poder, en este caso, es una fuerza que fluye entre actores distintos, tal como lo diría en general, Foucault. El poder se ejerce por quien tenga mayores condiciones – yo diría de tipo subjetivo – tangibles o simbólicas, hacia los débiles de alrededor, quienes simbólica o tangiblemente no tengan condiciones de contrapeso.

Me explico. La fuerza física es el ejemplo más común, y se le suele otorgar al macho, debido a condiciones bio-anatómicas propias del cuerpo masculino. Pero no hay que olvidar que se basan en condiciones histórico-culturales propias de cada cultura respectiva. En este sentido, la violencia y la dependencia siempre sería ejercida por quien tenga ese poder físico mayor al de víctima, que en esta lógica, sería la persona débil, quien ‘obedece’, dado el mayor poder dado y ejercido por el otro, el victimario.

Pese a la ‘objetividad’ de la fuerza física, esto se diluye, cuando encontramos mujeres robustas las que por cuerpo y condiciones bio-anatómicas, son más fuertes que sus parejas, encontrando en la realidad cotidiana, mujeres victimarias y extraños casos, a nuestros ojos machistas-occidentales, de hombres golpeados.

Pero esta fuerza física depende a su vez de la fuerza emocional que puedan tener ambos actores: el victimario (en género neutro) puede ser muy fuerte físicamente, pero una emocionalidad más débil, una voluntad fácil de manipular, logra aminorar esa fuerza física, transformando la violencia en poder aún más subjetivo del que ya es.

Porque, creo yo, nadie es capaz de desmentir que las manipulaciones de los hijos hacia los padres, o los chantajes emocionales, no constituyen otras formas de violencia intrafamiliar. O que las continuas faltas de respeto entre parejas; o las aprensiones extremas de madres o padres hacia los hijos, no son parte de este juego de poder entre fuertes y débiles, dentro de una familia.

En este caso, Maricón no es sólo el que pega. Sería más preciso decir:

‘Maricón es el que abusa de su poder en contra de los débiles de su familia’. Ese ‘maricón’, incluye a hombres, mujeres, hijos, padres, tíos, abuelos, nietos, etc.; todos aquellos que pueden considerarse superiores al interior de un grupo social tan necesario como la familia, que aprovechándose de esa condición, abusan y lo ejercen con violencia.

¿Cómo resolver este abuso de poder? La clave, es el Respeto y la Solidaridad...

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