martes, 29 de marzo de 2011

A propósito del día del Joven Combatiente: Crítica sobre Política, Violencia y Ciudadanía


Más de 20 años ya han pasado desde que los hermanos Vergara Toledo fueron asesinados en circunstancias misteriosas por miembros de carabineros, en los últimos años de la dictadura militar (1985). Desde entonces, cada 29 de Marzo es recordado con este nombre 'del joven combatiente'. Es una fecha simbólica para grupos de izquierda, más que nada. Para otros, sólo una fecha de desorden, vandalismo y delincuencia.
Cada año, al parecer, los disturbios son menores. A casi 30 años, tal vez, no podría ser de otro modo. Las manifestaciones públicas de odio, rabia, impotencia, etc., han quedado en la retina social más que el hecho que le dio origen: la resistencia y oposición al régimen militar.

Tal vez es que la gente ha deslegitimado la violencia como la forma de resolver conflictos sociales y políticos. La supuesta solidez de nuestra democracia veinteañera (tras la dictadura) de la cual tanto algunos de nuestros representantes políticos se jactan, puede ser un motivo de esa deslegitimación, tanto como de su casi desaparición. Sinceramente, no lo creo. Lo menciono sólo para ser crítico con esta afirmación.

Porque, en primer lugar, nuestra 'sólida democracia', no es más que una falacia, un engaño a todas luces irreal. Nuestra democracia es totalmente ambigua, discriminatoria, conservadora y aún con muchos rasgos dictatoriales. La mantención aún de la Constitución del '80, creada en dictadura,  y de muchos de sus supuestos y vacíos legales, es prueba de ello. Por otra parte, la figura del 'ciudadano', es otra construcción bastante ineficiente. Desde hace tiempo creo que los chilenos nos comportamos más como consumidores de una democracia, que como ciudadanos constructores de ella. Por cierto, consumidores acostumbrados a la mala calidad de ella. Porque no tenemos más obligación que la de votar. Eso no es democracia, es un artilugio de su aparente realidad. No se ejecutan plebiscitos, cuando juntas firmas para algo, nunca sirven de nada. No se oye a las organizaciones sociales de base, ya sean sindicatos,  No podemos hacer presión desde abajo para que los políticos cumplan sus promesas, no podemos escoger qué hacer con nuestros recursos, no podemos crear proyectos de ley, ni vetar, acusar o destituir a autoridades incompetentes porque no hay vías legales pertinentes a los ciudadanos (salvo la acusación constitucional, la que no necesariamente funciona para todos los casos).

Es así, como el sistema político - claramente, muy distinto al del periodo dictatorial y al que presenta el mundo árabe por estos días - es caldo de cultivo para la aparición de violencia política y social. Sin embargo, no vemos sino hechos aislados de explosión y manifestación social frente a, también determinados hechos. Dos ejemplos son clarificadores: #PuntadeChoros y #Magallanes. Y los coloco en formato Twitter, porque significan otro fenómeno: la intervención de las redes sociales cibernéticas. Pero eso es otro tema. Tanto las manifestaciones nacionales que significaron la derrota de una transnacional versus la defensa del santuario natural de Punta de Choros, así como las protestas locales en Magallanes que impidieron el alza del gas en la zona, son ejemplos que cuando se quiere, se puede. Ambos hechos nos muestran lo aislado de nuestras protestas.

 Punta de Choros, por un lado, no es el único caso medioambiental significativo en el que es posible que la ciudadanía intervenga. Otros casos emblemáticos son Pascua Lama e HidroAysén; pero también hay muchos. Chile y su pobre legislación medioambiental, han permitido que muchos proyectos contaminantes y destructores del ecosistema se instalen sin mayor fiscalización.


Por otra parte, el aumento de las tarifas del gas, es también un solo ejemplo del alza sostenida en el costo de la vida, que ha muchas familias de las más pobres y necesitadas ahoga constantemente, y aún a familias de clase media. Los costos en salud y educación son los casos más notorios, pero también está el transporte, los alimentos, el ocio e incluso la muerte sale caro en este país. 
¿Qué hace la ciudadanía consumidora? Alega en familia, en la mesa, en el almuerzo y frente a la televisión. Ni siquiera votando intenta castigar a la clase política acostumbrada a mantener el status quo en el que nos encontramos desde hace mucho más de 200 años (salvo el castigo a la Concertación, en las últimas elecciones presidenciales, aunque tampoco es un caso muy representativo). De hechos concretos, nada; ni siquiera violencia política o social (salvo los vándalos de siempre y los infiltrados en protestas estudiantiles).

 

Es necesario un cambio social, cultural y político en nuestras masas. Hay ejemplos que ciertas organizaciones nos dan y que es necesario replicar. Acá en el gran Concepción, tenemos a la red Construyamos, a quienes aplaudimos por su intenso trabajo. Los voluntarios ambientalistas, ecologistas, Greenpeace, etc., continuamente hacen trabajos informativos. Las organizaciones estudiantiles, pese a que parecen dormidas, aparecen movilizando - a veces - a gran número de personas.


La violencia política desaparece, aparentemente. NO ASÍ LAS SITUACIONES QUE PODRÍAN HACERLA REAPARECER EN EL ESCENARIO SOCIAL DE NUESTRO PAÍS...

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