viernes, 13 de agosto de 2010

EL NUEVO REGGETON

ANÁLISIS REALIZADO POR FELIPE RAMOS, LICENCIADO EN ANTROPOLOGÍA UDEC 2010




Chile se transforma, la pobreza disminuye en gran cantidad en los últimos años. El sistema neoliberal rinde sus frutos. La riqueza aumenta, es innegable, sin embargo por qué aumenta, nadie sabe. La distribución de la riqueza sigue siendo igual de pésima que lo que era antes, ¿entonces? La tecnología y el mercado han hecho que ciertos bienes sean más accesibles, pero tampoco tanto, en realidad lo que han hecho es aumentar el deseo o la obligación social sobre nuevos productos (celulares, lsd, etc) para solventar tales gastos las personas activas deben trabajar mas intensamente, e incluso la división sexual del trabajo sufre una mutación y las mujeres se incorporan en una tasa creciente a la cuantificación capitalista. Efectivamente, el trabajo silencioso de las mujeres en las casas se ha cuantificado en dinero, pues se han incorporado el mercado formal del trabajo, y en la medida que más mujeres trabajen, el capitalismo se seguirá extendiendo.

Así crece Chile, duplicando su fuerza laboral. Duplicando la generación de riqueza. Los pobres salen de la línea de la pobreza, pero no abandonan su estado de vulnerabilidad. Quizás ya no es económica, pero si es cultural y social. El capital cultural escaso, derivado de una mala educación (general) y del vicio de mantener una socialización limitada producto de la marginalidad, genera vulnerabilidad pues son mas fáciles de manejar, menos autónomos, menos concientes y reflexivos. Pero sobre todo los más vulnerables son los hijos.

La vulnerabilidad de las nuevas generaciones se da en todo estrato social, ciertamente la mujeres de todas las clases económicas se han incorporado al mercado laboral, distorsionando las funciones de la familia nuclear, participando menos en la formación psíquica y cultural de sus hijos. No es que la, a veces, mal llamada “liberación de la mujer” sea negativa de por sí, pero aun no resuelve el espacio que deja vacío cuando abandona la explotación patriarcal y se sumerge en la explotación de clase.
Los hijos de estas generaciones vulnerables y de escaso capital cultural, son fáciles victimas de la manipulación consumista, las modas del mercado. La más popular hoy, el reggeton.

El reggeton de hoy no tiene nada de regge que tenía el moviendo underground en Panamá y que culmino a fines de los 90. Hoy es un hijo zombie del hip-hop estadounidense que, cual monstruo de Frankenstein, recambio el ritmo y las letras de un estilo que nació como una denuncia social. Elaborado en laboratorios de Puerto Rico, declarada (abiertamente) colonia de Estados Unidos, la ideología tras el reggeton es cambiada por una que acentúa la competencia (el conflicto), la individualidad y el machismo.
El ritmo, cual dancehall, fue manipulado y acelerado generando esa estructura repetitiva, hija de la misma librería de sonidos, para todos sus temas.
La estética del nuevo reggeton, esa que imita al hip-hop pero que le suma deseos de opulencia (diamantes y oro), que construye arquetipos individualistas en busca de una reputación basa en un machismo denigrante para las mujeres, conflictivo con otros “machos”, volver al macho alfa, esta vez urbano.
Las letras, de escasa rima, de nula poesía, son sexuales (no sensuales ni eróticas) explicitan una sexualidad machista, que disminuye a la mujer y transforma su cuerpo, en exclusivo, a un bien erótico, dejando al hombre un papel de usufructuario, sin valor erótico en su cuerpo. No liberan ningún instinto básico o natural, más bien perpetúan formas de sexualidad estereotipadas, genitalizadas, que descorporizan al hombre y anulan la individualidad de la mujer. El “baile” del reggeton es una lectura clara de esto.
El “perreo” es simplemente una mímica de actos sexuales, que al haber contacto se transforma en “sobajeo”. En este “baile” las mujeres lucen su cuerpo a través de movimientos pélvicos que simulan una relación sexual por atrás, en ello el hombre interviene como un ente que no tiene más rol que presenciar lo más cerca que pueda la simulación de relación sexual. La mujer reafirma el modelo de “cuerpo erótico/objeto sexual”, genitalizandose en el meneo de su culo y órganos sexuales en exclusivo (piernas, brazos u otras partes del cuerpo no son importantes en el baile), así mismo el atractivo radica en la forma del cuerpo de la mujer, sin importar su rostro (su identidad). El hombre en cambio confirma el modelo de espectador, negándosele que su cuerpo tenga valor erótico o limitándolo también a su órgano sexual, descorporizandolo. Asume que hace uso del cuerpo de la mujer sin importa quien sea esta, negándole identidad.

No es de extrañar que sea moda de amplia difusión. Sin una construcción clara de la sexualidad por parte de un referente como los padres, que además se hayan ausentes en todo ámbito, su mayor referente son su coetarios, con los que sólo consiguen una visión igual de desinformada e irreflexiva. Ansiosos por respuestas, los modelos los provee el mercado, poco escrupulosamente.

Finalmente opera el mecanismo de masa. “es que no tocan otra música” “en realidad no me gusta, pero sino ¿qué hago?”. Esas excusas se vacían de fundamente cuando el carrete es en casa, pero sin embargo vuelve a aparecer, la música “gringólica” (gringo + mongólico, en el sentido peyorativo), de aquellos aún prisioneros latinoamericanos. El tiempo termina haciendo lo suyo, finalmente los temas se almacenan junto con recuerdos y la música vacía se transforma en un referente y se le atribuye una emoción, a veces simplemente el recuerdo introducido por las repeticiones incesantes. Entonces ya no puedes elegir, la música se transforma en dictadura un sistema de mercantilización que domina a los “bailables”. No hay hombres ni mujeres libres cuando la vulnerabilidad es también cultural, cuando no puedes elegir, cuando no hay herramientas para discriminar. Dominados una vez más.

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