jueves, 12 de julio de 2012

Oda al FUEGO. Por Pablo Neruda

A 108 años de su natalicio, transcribo una de mis odas favoritas, 'Oda al Fuego', de la obra 'Odas Elementales', editada justamente en Julio, del año 1954




Descabellado fuego,
enérgico,
ciego y lleno de ojos,
deslenguado,
tardío, repentino,
estrella de oro,
ladrón de leña,
callado bandolero,
cocedor de cebollas,
célebre pícaro de las chispitas,
perro rabioso de un millón de dientes
óyeme,
centro de los hogares,
rosal incorruptible,
destructor de las vidas,
celeste padre del pan y del horno,
progenitor ilustre
de ruedas y herraduras,
polen de los metales,
fundador del acero,
óyeme,
fuego.


Arde tu nombre,
da gusto
decir fuego,
es mejor
que decir piedra
o harina.
Las Palabras son muertas
junto a tu rayo amarillo,
junto a tu cola roja,
junto a tus crines de luz amaranto,
son frías las palabras.
Se dice Fuego,
fuego, fuego, fuego,
y se enciende algo en la boca:
es tu fruta que quema
es tu laurel que arde.


Pero sólo palabra no eres,
aunque toda palabra
si no tiene brasa
se desprende y se cae
del árbol del tiempo.
Tú eres flor,
vuelo,
consumación, abrazo,
inasible substancia,
destrucción y violencia,
sigilo, tempestuosa
ala de muerte y vida,
creación y ceniza,
centella deslumbrante,
espada llena de ojos,
poderío,
otoño, estío súbito,
trueno seco de pólvora,
derrumbe de los montes,
río de humo,
oscuridad, silencio.


¿Dónde estás, qué te hiciste?
sólo el polvo impalpable
recuerda tus hogueras,
y en las manos la huella
de flor o quemadura.
Al fin te encuentro
en mi papel vacío,
y me obligo a cantarte,
fuego,
ahora frente a mí,
tranquilo quédate mientras busco
la lira en los rincones
o la cámara
con los relámpagos negros
para fotografiarte.


Al fin estás conmigo
no para destruirme,
ni para usarte
en encender la pipa,
sino para tocarte,
alisarte la cabellera,
todos tus hilos peligrosos,
pulirte un poco, herirte,
para que conmigo te atrevas,
toro escarlata.
Atrévete,
quémame ahora,
entra en mi canto,
sube por mis venas,
sal por mi boca.


Ahora sabes
que no puedes conmigo:
yo te convierto en canto,
yo te subo y te bajo,
te aprisiono en mis sílabas,
te encadeno, te pongo a silbar,
a derramarte en trinos,
como si fueras
un canario enjaulado.


No me vengas con tu famosa túnica
de ave de los infiernos.
Aquí estás condenado
a vida y muerte.
Si me callo
te apagas.
Si canto
te derramas
y me darás la luz que necesito.


De todos
mis amigos,
de todos
mis enemigos,
eres el difícil.
Todos te llevan amarrado,
demonio de bolsillo,
huracán escondido
en cajas y decretos.
Yo no.
Yo te llevo a mi lado
y te digo:
es hora de que me muestres
lo que sabes hacer.
Ábrete, suéltate
el pelo enmarañado,
sube y quema las alturas del cielo.


Muéstrame tu cuerpo
verde y anaranjado,
levanta tus banderas, 
arde
encima del mundo
o junto a mí, sereno
como un pobre topacio,
mírame y duerme.
Sube las escaleras
con tu pie numeroso.
Acéchame, vive,
para dejarte escrito,
para que cantes con mis palabras
a tu manera,
ARDIENDO



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