domingo, 30 de septiembre de 2012

Rebelión



(Antedata: los versos escritos entre paréntesis y en cursivas, conviene imaginarselo como un susurro)


(Rebelión)
 
¿Y para qué quieres seguir viviendo?
Me preguntó la muerte.
Aquí, donde estoy sentado, escribiendo
ayer estaba con un cuchillo en mis manos;
Y su filo besó mi sangre,
helado beso que congeló mi llanto.

- ¡Hazlo! – me susurraba el viento,
- Hazlo ahora que nada te motiva,
ahora que ninguna razón en tus nidos se origina,
ahora que tus manantiales
están cerrados.
Ahora que tus ojos abiertos
por oscuridad están rogando.
Lánzate y fluye hacia mis brazos, hijo mío,
como lo han hecho tantos otros.
Hazlo tú que hoy no quiero moverme,
ir hacia ti me es agotador,
por favor, házmelo fácil.

Todo hasta ahí estaba frío.
La frustración y el hastío
me habían envenenado,
así como a otros, a esos otros
que ya han saltado al río.

Pero la fractura era inevitable,
y como un iceberg, me desprendí
de los hielos insondables e infernales.
Una chispa, horrible, un resorte que
intenta volver a su origen;
y fue más que una violenta reacción
tras un letargo largo,
más que el manotazo sobre el despertador,
y se resume en una pregunta:
¿Por qué como otros?

Ni me preocupé siquiera del daño causado;
sólo insistí en la tormentosa pregunta,
mientras las punzadas giraban a mi alrededor.
Mientras hormigas recorrían mi columna
haciéndome tambalear;
mientras cavilaba en mi conciencia
con la calumnia de la inocencia
acumulándose en mi nuca.

¡Dime! Viento-muerte-beso,
¿por qué he de hacerlo
como otros?
¿Por qué he de terminar
como otros?
¿Por qué no puedes venir por mí?
¿Tan poco soy también para ti? 

– Sólo otro pedazo de carne
– ¿ah, sí?
– Tarde o temprano me alimentaré de ti.
¡Óyeme! Es cuestión de tiempo.
Tarde o temprano mi beso te dormirá para siempre, 
                                                                                      (si es que no te convenzo primero).
No quieras presumir diferencia;
eres carne como todos los demás
 – Tal vez…
 – Lo eres, y lo son los decrépitos desteñidos,
cuyas arrugas babean por volver a ser rígidas:
a ellos les cumplo su deseo.

Son sólo carne las blandas y dulces avellanitas
que caen, rojos y calentitos, y que nunca alcanzan
a saborear otro hogar,
porque yo los saboreo primero.
Los son
                      (caaarrne)
las flores modernas y juveniles
cuyos colores son más brillantes
y muchos más que los que hay
en un arcoíris
– Qué sabes tú de arcoíris
– Sé mucho más de la vida que tú, niñito.
La he visto aparecer, crecer, madurar,
extinguirse, morir, renacer.
Apagarse y re encenderse.
No me vengas con lecciones.
Tú, que ni siquiera has aprendido a vivir.
Tú que ni siquiera logras darle
un valor a tu existencia.
Tú que no le hayas motivo a respirar.
Tú que me esperas cada noche,
que me deseas esperanzado cada vez
que retornas a tu almohada.
¡ÓYEME, QUE NO ERES NADA!
¡NO ME SUPONES NINGUNA DIFERENCIA!
Óyeme, que te amo más de lo que
amas tu mismo.
Ven a mis brazos, hijo mío…

– Si
– Sí, Ven
– Sí, tienes razón
– así es
– No soy nadie
– Claro que no
– Sólo carne; carne humana
                                                 (Ven)
– Terca, rebelde, impulsiva, indiferente…

Levanté entonces mi vista,
pero ya no oí a nadie.
Solté el cuchillo y lo cambié por un lápiz;
Dejé mi piel
y adopté esta hoja de papel.

Desde ayer.

                                                (como otros también lo han hecho)



No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te pareció?