Si bien aún resta más de un año para las nuevas elecciones municipales, las aguas ya se mueven. El retumbar de la marcha de candidatos y candidatas hace mover, por poco, los gélidos témpanos del poder político. Suena, muy de fondo, apenas audible, la fanfarria grabada y medio rayada de la democracia chilena.
Es que el ruido del electoralismo soslaya cualquier discusión de democracia. Es fácil caer en la confusión del cuoteo con la práctica democrática. Y especialmente en lo referente con las municipales, es de especial interés ver que las propuestas de ciudad que expresa cada partido, movimiento y candidato, es de segundo orden, todo frente a la discusión de la cuota.
Y, por otro lado, está la idea que los cargos municipales - locales, territoriales - posicionan el proyecto nacional. Esto hace suponer que sólo a nivel central es posible construir, reconstruir o transformar los territorios locales.
Por eso, a través de este escrito, quisiera motivar a algún o alguna candidatx, cualquiera que quiera oír - o leer - el proyecto de ciudad que propongo.
CONCEPCIÓN: LA CIUDAD, LA INTERCOMUNA, EL POLO DEL SUR.
Si bien yo mismo soy de Talcahuano, quisiera ampliar un poco el proyecto de ciudad hacia el llamado "Gran Concepción", por razones más bien políticas que otra cosa. La discusión sobre qué queremos para Talcahuano es importante, pero está conectada indisolublemente a la discusión del qué queremos hacer con Concepción, el polo de nuestra provincia y región y, por qué no decirlo, del sur del país.
Hasta ahora, la región duerme como uno de los tantos territorios por administrar. Sólo le queda el atractivo de su nombre para los políticos de mayor peso nacional. En términos de desarrollo, de generación de riqueza, de empleo, de ciudadanía, de intelectualidad, de artes, ciencia o deporte, estamos bastante lejos de alcanzar un peso concreto y poderoso ante la soberana Santiago.
Nos es necesario como ciudadanxs de aquí, como pre-candidatxs de cualquiera de los espectros político-partidistas, y aún más, como progresistas del Biobío, generar un proceso de mayor identificación territorial con Concepción. Es por eso, que propongo dos sueños gigantescos que puedan usarse como idea fuerza, como bandera de lucha, como aglutinante, como marco general, y que al mismo tiempo, están en concordancia absoluta con los postulados generales y programáticos del partido progresista, (partido al cual adscribo).
El primer sueño de ciudad es este: Queremos que La Moneda se venga a Conce.
Poniéndolo así suena una locura, alejado del cierto pragmatismo que pueda derivarse del actual PRO; Un imposible dirán algunos, una pérdida de tiempo, dirán otros.
Sin embargo, nuestra lógica como partido parte de una definición federalista, cuyos núcleos territoriales posean un poder específico ante los centros de poder capitalinos. Además, uno de nuestros principios programáticos es la descentralización del poder político.
Como "biobistas", no podemos sólo aspirar a la elección de intendentes, o a la mayor atribución de los Cores, o a un candidato presidencial de la zona. Si queremos hacer épica, debemos aspirar a alcanzar lo imposible.
Es lógico además suponer que, si existe el Congreso en Valparaíso, pueda residir uno de los otros dos poderes republicanos en la otra ciudad más importante - al menos en el imaginario nacional - del país: Concepción. Si no es La Moneda, entonces, ¿Por qué no soñar que la plaza de tribunales se convierta en la plaza de la Corte Suprema?
PASANDO DE LO POLÍTICO-INMATERIAL A LA POLÍTICA DE CONCRETO...
Ese sueño está muy relacionado con logros inmateriales, intangibles. Es decir, que cambien las percepciones y símbolos inconcientes en el imaginario de la población nacional. Sin embargo, en este país es difícil sostener esos discursos y/o sueños, ya que es lo material, lo "concreto" lo que deja huella. Por eso, propongo otro sueño, quizá un poco menos imposible que el anterior, y es:
Las primeras olimpiadas en Chile, hechas en Concepción.
Este sueño no sólo tiene que ver con la concreción de ciertas obras de infraestructura, sino que con políticas deportivas de corto, mediano y largo plazo. Significa potenciar el deporte en cuanto currículum escolar, el formativo, y competitivo. Significa dar todos los espacios habidos y por haber para los deportes que sí han entregado satisfacciones para Chile. Implica además, cambios en los planes reguladores comunales; significa trabajo y alianzas público-privadas. Derivaría en inversión pública, en empleos, en movimiento económico; transformaría si o si la cultura de la basura, la limpieza del mar, la remodelación de plazas y parques. Ayudaría en la demanda de mejor infraestructura vial y, por lo demás, potencia la memoria, y la identificación territorial: entregaría a Concepción un hito actual y vibrante de su poder y peso específico en la historia nacional.
¿Por qué no?
No podemos renunciar a ser sólo un palo blanco para la política central. Debemos recuperar la política y lo político para nuestro territorio. Tenemos la obligación histórica de Ser el primer paso en la transformación de nuestra sociedad, de nuestro Chile, de nuestra Latinoamérica; el inicio de la frontera de lo imposible que se hace realidad.
Es por esta razón que la discusión por las cuotas electorales no puede pasar por encima de la discusión por el sueño de ciudad, el sueño de territorio que es necesario comenzar a discutir. Son estos sueños los que empujan a la ciudadanía, los que la empoderan y motivan a funcionar como tal. Las elecciones municipales son el momento perfecto para construir ese sueño desde lo local, desde los territorios que van formando comunas, distritos, circunscripciones, regiones. una nación. Sueños como estos entregan una línea común, un paraguas total que ampare a todxs nuestrxs candidatxs a los cargos de elección popular.
<<... Atrévete, quémame ahora, entra en mi canto, sube por mis venas, sal por mi boca. Ahora sabes que no puedes conmigo: yo te convierto en canto, yo te subo y te bajo, te aprisiono en mis sílabas, te encadeno, te pongo a silbar, a derramarte en trinos, como si fueras un canario enjaulado...>> (Oda al fuego, Pablo Neruda).
lunes, 5 de octubre de 2015
miércoles, 17 de junio de 2015
El caso Vidal y la patria querida
El caso Vidal y la patria querida
Esta es una columna que no busca analizar ni esclarecer, ni ayudar a entender nada. Es al contrario, sólo busca ennegrecer aún más el panorama, al hacer ingresar cuestiones éticas subjetivas y emocionales. Mis propios fantasmas, dudas, preguntas y temores
Se dice que se enseña y se aprende Historia para aprender de nuestro pasado y construir un mejor futuro. Claramente, Arturo Vidal no aprendió Historia, o al menos, esa frase cursi.
En Chile solemos hacer escándalo por todo lo que huele a inmoralidad. Esta moralidad es más bien extraña, amorfa, difícil de describir... pero ahí está. Si Vidal no lo sabe, o no lo supo, es muy extraño, habiendo ya pasado por el famoso bautizazo y otros episodios. Ya sabe que el alcohol y la selección, no andan bien. Porque tal vez en Italia, alcohol y conducir es pan de cada día. Y acá en Chile también: y no nos hagamos los tontos, porque siguen siendo cientos los que conducen automóviles con tragos de más.
Si sabes que el alcohol y la selección no andan, entonces, no bebas; y si vas a beber, hazlo para callado, piola, que no te pillen.
O arderás, como lo hiciste.
En esta incansable guerra moral a través de Twitter, me sentí afortunado de leer el siguiente texto:
"Un país que le exige más a un futbolista que a un político, está condenado a la mediocridad".
Y me puse a vomitar en mi mente.
Y me puse a pensar que tal vez nuestros estándares son muy altos, que tal vez deberíamos bajarlos.
Y luego pensé sobre el por qué a un futbolista le exigimos más.
Y es que no se trata de cualquier futbolista: es un seleccionado. Un guerrero de nuestra roja, uno de los órganos más representativos de la nación chilena.
Más que el territorio, sus leyes, su Constitución, sus instituciones, su Congreso. Más que su democracia.
Y lamento ensuciar lo bello de la Selección con lo turbio de la política. Pero tengo un punto que quiero desarrollar.
Nuestra Selección se compone de algo más que futbolistas. Algo más que deportistas profesionales y de alto rendimiento. Más que grandes y talentosos jugadores.
Son guerreros, luchadores, entregados por un ideal de patria unida. Ahí encontramos un punto de unidad: hay colocolinos, azules, cruzados, wanderinos, loínos... Son lo más cercano a una representación resumida de la nación, y a través de ella, podemos sentir el orgullo de ser chilenos. Esto ya todos lo saben.
Y esto tal vez no es un problema, sino sólo para mí. Pero sin dudas, son estos grandes patriotas quienes reflejan toda la potencia de la idea de patria; la proyección de nuestro ego y nuestros sueños frustrados como pueblo: millonarios, cosmopolitas a pesar de la caricatura provinciana y popular, con autos de ensueño.
Recuerdo también una gran película: una comedia sobre el fútbol y el kung fu. El entrenador, un otrora gran promesa, le dice al protagonista: "El Fútbol es una guerra". Y eso es bastante plausible en nuestra vida real. Por eso existen clásicos y archirrivales. Y por eso la selección se transforma en un cuerpo armado. (absolutamente los deportes competitivos son una eufemización de conflictos sociales).
Por si acaso, este texto no tiene conclusión. A Arturo Vidal ya lo perdonaron casi todos. A través de Matrix aprendí que toda acción tiene reacción. Todas nuestras decisiones tienen consecuencias y éstas están por verse, para bien o para mal.
Este texto, en realidad, tiene un resumen: Este país de mierda sigue militarizado. Por eso los carabineros sacan la cara por nuestras instituciones. Por eso las fechas más importantes de nuestro calendario siguen siendo el 21 de mayo y el 19 de septiembre. Por eso ante la protesta social, algunos piden militares a la calle. Por eso concebimos a la Selección como un ejército. Por eso es que finalmente, le exigimos más a los futbolistas, nuestros verdaderos representantes.
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martes, 2 de junio de 2015
El Estado Terrorista me ganó
El Estado Terrorista me ganó.
El Estado terrorista infunde miedo a través de sus prácticas cobardes e impunes.
El Estado terrorista me atemorizó lo suficiente como para acatar su orden.
El Estado terrorista me ha amenazado mucho tiempo. No tuve más remedio que someterme
El Estado terrorista me inscribió en la lista de sus hijos normales. Pero me amenaza con borrarme si dejo de obedecer.
El Estado terrorista me dice: "No tienes derecho a sentirte bien sino haces lo que te digo"
El Estado terrorista me ha obligado a soportar horrorosos dolores de espalda y rodilla. Por ser pobre, e independiente, no tengo forma de acudir a los curanderos locales. Antes debo doblar mi bolsillo e inclinarme a sucios dioses de papel y cobre que imponen a la fuerza sus sanguijuelas en mi cuello.
El Estado terrorista me fuerza a regalar el fruto de mi trabajo a esas oscuras sectas: agujeros sin fondo, pútridas y hambrientas. Me quiere dentro de la cueva de Alí y sus cuarenta. Quiere que yo también justifique su cobardía y su impunidad.
Hoy me rendí. Entregué dinero a una Afp. Por fin podré ver un médico que me ayude con este maldito dolor de espalda.
El Estado terrorista amenazó mi bienestar. Me violentó con su ley. Me obliga a rendir tributo y pleitesía a una Afp para poder gozar de un poco de salud, la que además también debo pagar.
No tendría problemas en pagar, con un vago sentido de colaboración, por el sistema de salud público. El problema está en que he justificado con mi acción, basada en el miedo, la alianza mercantil del Estado Terrorista con desconocidos grupos de acumulación de la riqueza. Alianza que disfrazan de necesaria, adecuada, e incluso beneficiosa para mí.
¿Qué pasaría si mañana me accidento? ¿O si me muerde un perro con rabia? ¿O si el hijo de un congresista me atropella? ¿O si me apuñalan por unas chauchas? ¿O si me pega el guanaco? ¿Cómo podría pagar un tratamiento, si estoy "fuera" del "sistema"? ¿Y si le sumo una precariedad laboral absoluta, al menos en mi caso? Terrorismo es el conjunto de aquellas acciones destinadas a infundir temor en la población. Hoy demostré que temo por mi vida. Temo por mi espalda. Por mi integridad física. Ese temor no proviene de mí. Proviene de la amenaza del Estado Terrorista. "Si no das tu plata a la "Administradora", morirás sin remedio".
Hoy me volví un poco más normal. Hoy estoy un paso más cerca de las expectativas de mi sociedad occidental. Hoy veo con un estúpido optimismo el fin al dolor de espalda. Soy un poco más "alguien".
Maldición. También un poco más cobarde. Un poco más absorbido por el miedo que el Estado Terrorista me infunde. Espero valga la pena.
domingo, 31 de mayo de 2015
Asamblea Constituyente: Respuestas a S. Soto y J. Charney.
Asamblea Constituyente: respuestas a Soto y Charney.
Contexto:
2. http://www.elmostrador.cl/opinion/2015/05/15/no-hay-trampa-en-la-asamblea-constituyente/
3. http://www.elmostrador.cl/opinion/2015/05/29/la-trampa-de-la-asamblea-constituyente/
3. http://www.elmostrador.cl/opinion/2015/05/29/la-trampa-de-la-asamblea-constituyente/
He leído recientemente un diálogo abierto entre los
profesores de derecho Sebastián Soto y John Charney, quienes debaten sobre
posibles trampas bajo la consigna AC. Hay dos preguntas que parecen ser
inquietantes para Soto, y que Charney busca responder, aunque no adecuadamente
para mí. Luego, hay otra columna de respuesta desde Soto.
Para comenzar debo decir que soy partidario desde hace mucho
de una AC. Desde que estaba en tercero medio aproximadamente, año 2004, creía
intuir que el problema de Chile era constitucional y que ese cambio debía
solucionar gran parte de nuestras problemáticas sociales. En ese tiempo era un pensamiento
aislado, sin ninguna inscripción a ningún tipo de ideología clara o partido político,
si bien siempre tendí a lo que se conoce como centro izquierda. Hoy milito en el Partido Progresista
Dicho eso como presentación, hay una cosa que concedo a
Sebastián Soto: la izquierda suele tener pensamientos utópicos; pero lo que es
peor, es que esas utopías son pensadas ausentes de complejizaciones. Es decir,
y tal como dice Soto, “sus partidarios la presentan como un ejercicio deliberativo sin contratiempos
en el que todos concurriríamos pacíficamente a expresarnos en libertad”.
Construir una AC será un ejercicio complejo si llega a darse, ya que, si es
como la proponemos, debería ser representativa en extenso. Y Chile es demasiado
diverso en muchos sentidos, y no hay razón para impedir que minorías legítimas
sean parte de esta Asamblea, siendo ello fuente de conflictos y debates que,
eventualmente, impidan alcanzar acuerdos que a mí, como ciudadano adscrito a la
izquierda, me gustaría alcanzar.
Esta
afirmación, es el primer abordaje ante la pregunta del sistema electoral de los representantes
constituyentes. Para integrar la diversidad, me parece que deben asegurarse
cuotas de participación por género, pueblos originarios, juventud, adultos
mayores. Pero más importante, una cuota mayoritaria para ciudadanos sin
militancia política, ya que esta característica es transversal. Según datos de
una nota de emol.com, hasta 2012 sólo poco más del 5% de la población chilena
militaba en un partido político. Esto deriva en que la fórmula para escoger al
cuerpo de una AC debe ser proporcional.
El
problema es que tanto Soto como Charney, asumen que los sistemas propuestos
(proporcional, mayoritario) conocidos como son hasta hoy en día son adecuados.
No podemos volver a lo que fue el binominal; tampoco creo que un sistema de
listas sirva. En definitiva, hay que buscar otra cosa. Otro sistema que cumpla
con el requisito de la representación, sin caer en la anulación de las mayorías
reales.
Cabe
recordar que esta Asamblea debe tener muchas otras restricciones, en la búsqueda
de ser legítima y representativa. Ya que se ha criticado la forma de
construcción de la actual Constitución, la AC no puede convertirse en una
extensión de la élite política y económica. Tiene que surgir de ciudadanos
limpios sin intereses particulares. Ningún representante en esta Asamblea
debería poder ser candidato a ningún cargo de elección popular en el futuro,
incluyendo espacios de representación en gremios o sindicatos. Esto disminuye
la tentación de poder que pueda surgir en un representante de la AC, asegurando
una mayor legitimidad ética.
Respecto
al funcionamiento del Congreso, hay que apuntar que no es necesario esperar una
situación de crisis extrema, de guerra civil o de grave corrupción generalizada
para recrear las reglas democráticas. En Chile lamentablemente es
característico que ocurran reacciones ejecutivas y legislativas ante tragedias:
se espera que pase algo grave para actuar. Esto deriva en leyes ambiguas con
muchas falencias.
En
otras palabras, el Congreso puede funcionar en paralelo. No es la idea entregar
al país a un órgano todopoderoso, sea este ejecutivo o constituyente, como la
última vez en donde un solo órgano gobernaba y legislaba. La única situación en
contra de esto es el costo económico que puede surgir al costear una asamblea
legislativa y una asamblea constituyente. Por esto, el tiempo de funcionamiento
de la AC debe ser limitado.
Se
equivoca Soto al asumir que el Congreso es el espacio adecuado para reformular
la Constitución y las reglas democráticas. Actualmente, éste no representa ni a
la mitad de la población en edad de votar. Su nivel de representación de
mujeres y pueblos originarios es bajísima, y el cuestionamiento ético que tiene
es a todas luces profundo. La única manera de fortalecerlo (como solicita Soto)
es transformándolo en un nuevo espacio democrático, bajo nuevas reglas y bajo
nuevos parámetros éticos, originados bajo un nuevo marco constitucional. A
muchos millares no nos interesa que quienes han estado por más de 20 años en
los sillones del parlamento se perpetúen y consigan apoderarse de la nueva Constitución;
la AC se pide precisamente como espacio de participación para quienes han tenido
pocas instancias de expresión y, lo que es más profundo, de decisión.
Finalmente,
no hay razón para creer que la AC, por tener el sólo nombre la hace especial y excepcionalmente
más democrática que otro mecanismo. Pero tampoco hay razón para creer que una
AC no pueda ser una vía institucional. Ante todo, son las reglas y las
condiciones que se le impriman a la AC las que la harán diferente: legítima y
representativa. Y lamentablemente (a mi parecer) ninguna regla hará del actual Congreso
legítimo y representativo para construir una nueva Constitución.
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miércoles, 20 de mayo de 2015
Chao al 21 de mayo
¿21 de mayo?
El día de las glorias navales es extrañamente simbolizado a
través de una derrota. Esto me hace preguntarme sobre el legado de Prat en el
día de hoy. ¿Qué es lo que se nos ha enseñado? ¿Cuál es el valor que se
reproduce cada 21 de mayo? ¿Patria? ¿Heroísmo? ¿Locura? ¿La mejor de las
derrotas?
La batalla naval de Iquique es parte de la aventura bélica
del pacífico, guerra que nos enfrentó por segunda vez a Perú y Bolivia; esta
vez, disfrazando de patriotismo la manipulación transnacional de ingleses y
norteamericanos sobre el salitre. Quienes disfrutan echando en cara su
fanatismo nacional alegarán que la guerra fue provocada por bolivianos, que
insultaron a Chile, que querían robarnos, que ganamos la guerra, etc., y que
yo, soy un vende patria, traidor, etc.
Sin embargo, mi punto es que en realidad no hay mucho que
celebrar ni conmemorar. Menos para hacer feriado de este día.
Ni como valor patrio ni como gloria naval.
El fanatismo ciego llevó a Prat a sacrificar a un grupo de
marineros sin ninguna posibilidad de nada. Yo comparto las palabras de Sócrates,
cuando dice “preferir la muerte que la esclavitud”, pero lamentablemente en el
caso de la famosa guerra del pacífico, había solo intereses comerciales en
juego. Miles de chilenos, peruanos y bolivianos muertos por el control de los
recursos que beneficiaban a sólo unos pocos. En Chile, cuando surgió un
presidente que buscaba aprovechar bien la riqueza mineral del salitre, terminó
en medio de una guerra civil que fue apoyada por la misma armada que pintamos
tan patriótica. El salitre siguió beneficiando a unos pocos, y esos pocos
continuaron usando a los militares cuando, por ejemplo, hicieron masacrar a los
obreros huelguistas en la Escuela Santa María… ¿de dónde? De Iquique, del mismo
lugar en donde se inscribe la gesta de los esmeraldianos.
¿Cuándo será el día que cambiemos este feriado? Propongo,
por nombrar algunos, el 7 de abril, fecha de nacimiento de Gabriela Mistral; o
el 12 de julio, nacimiento de Pablo Neruda; y qué tal el 10 de diciembre, fecha
que conmemora la entrega de los Nobeles a ambos, en 1945 y en 1971. Esos son
verdaderos triunfos. Ahí hay verdadero patriotismo. Dejemos a Prat en los
billetes azules y olvidémonos del 21 de mayo.
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miércoles, 25 de marzo de 2015
Sexta carta abierta a Dios: bombardeado
Sexta carta abierta a Dios. Bombardeado
Querido Dios:
Hoy tuve la oportunidad de ver cómo nuevamente he sido subvalorado. De sentir nuevamente y en carne propia el dolor de ser bombardeado por la cultura neoliberal que has permitido crezca y fluya con total libertad.
Quiero decirte que estoy cansado. Tanto ataque me tiene desmoronado. Este mundo no me gusta. No me gusta su excesivo deseo y exacerbada necesidad por lo material. Estoy en constante crisis por no poder cumplir las expectativas culturales de mi sociedad. Estoy harto de tener que autojustificarme delante de mis espejos respecto a los logros que he conseguido a lo largo de estos años. Porque nadie, nadie lo comprende.
Sólo en los últimos años he podido crear. He podido embellecer. He podido darle brillos y matices distintos a mi territorio. Estuve involucrado en doce murales, en la creación de una batucada. Estuve involucrado en el rescate patrimonial de un cementerio simbólico y puse luces de apoyo a la seguridad de dos barrios. Puse en la vista de autoridades barrios a los cuales nunca habían ido ni sabían de su existencia. Y me he sentido orgulloso de eso...
Pero quizá ya no.
Nadie en su sano juicio se atrevería a enorgullecerse de este tipo de huevadas. No, son otro tipo de cosas por las que la gente normal se enorgullece. Su auto, su casa, sus títulos, sus cargos, sus sueldos cercanos al millón, su ropa elegante, su smartphone, su led de 40 pulgadas. Son esas las cosas a las que debo aspirar. Son esos los elementos de la normalidad cultural. Por mucho tiempo pensé que las personas que se preocupaban de eso estaban locas. Pero resulta que ahora me doy cuenta de lo contrario.
El único trastornado aquí soy yo.
Me queda poco. Poco ánimo para continuar con mi locura. Poca fuerza para darle la espalda a ese mundo del que he intentado escapar. Poco deseo de ser un eterno loco. Pronto, espero, volveré a la normalidad. Cumpliré fielmente los mandatos de mi sociedad. Dejaré los caminos del activismo, de la reaccionaria vida de los austeros y anti materialistas. Me convertiré en un servidor del progreso: un consumidor hecho y derecho, una persona racional, con frutos y logros racionales: un auto, una casa, una esposa flaca, un sueldo envidiable... Tal vez incluso vuelva a la iglesia, para vivir la felicidad dominical de la vida religiosa. Eso es lo que quiere mi sociedad de mi.
Eso es lo que incluso tú, Dios, quieras de mi.
Querido Dios:
Hoy tuve la oportunidad de ver cómo nuevamente he sido subvalorado. De sentir nuevamente y en carne propia el dolor de ser bombardeado por la cultura neoliberal que has permitido crezca y fluya con total libertad.
Quiero decirte que estoy cansado. Tanto ataque me tiene desmoronado. Este mundo no me gusta. No me gusta su excesivo deseo y exacerbada necesidad por lo material. Estoy en constante crisis por no poder cumplir las expectativas culturales de mi sociedad. Estoy harto de tener que autojustificarme delante de mis espejos respecto a los logros que he conseguido a lo largo de estos años. Porque nadie, nadie lo comprende.
Sólo en los últimos años he podido crear. He podido embellecer. He podido darle brillos y matices distintos a mi territorio. Estuve involucrado en doce murales, en la creación de una batucada. Estuve involucrado en el rescate patrimonial de un cementerio simbólico y puse luces de apoyo a la seguridad de dos barrios. Puse en la vista de autoridades barrios a los cuales nunca habían ido ni sabían de su existencia. Y me he sentido orgulloso de eso...
Pero quizá ya no.
Nadie en su sano juicio se atrevería a enorgullecerse de este tipo de huevadas. No, son otro tipo de cosas por las que la gente normal se enorgullece. Su auto, su casa, sus títulos, sus cargos, sus sueldos cercanos al millón, su ropa elegante, su smartphone, su led de 40 pulgadas. Son esas las cosas a las que debo aspirar. Son esos los elementos de la normalidad cultural. Por mucho tiempo pensé que las personas que se preocupaban de eso estaban locas. Pero resulta que ahora me doy cuenta de lo contrario.
El único trastornado aquí soy yo.
Me queda poco. Poco ánimo para continuar con mi locura. Poca fuerza para darle la espalda a ese mundo del que he intentado escapar. Poco deseo de ser un eterno loco. Pronto, espero, volveré a la normalidad. Cumpliré fielmente los mandatos de mi sociedad. Dejaré los caminos del activismo, de la reaccionaria vida de los austeros y anti materialistas. Me convertiré en un servidor del progreso: un consumidor hecho y derecho, una persona racional, con frutos y logros racionales: un auto, una casa, una esposa flaca, un sueldo envidiable... Tal vez incluso vuelva a la iglesia, para vivir la felicidad dominical de la vida religiosa. Eso es lo que quiere mi sociedad de mi.
Eso es lo que incluso tú, Dios, quieras de mi.
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